Diario Extra

11/08/2019 - (I) -

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entía que al correr podía descargar toda la rabia que llevaba dentro. Y es que la muerte de ‘Muchacho’ dejó a Juan David Farinango en el piso.

No era solo una mascota, aquel rottweiler juguetón era como su hijo y el mejor compañero de trabajo, en una florícola de Guachalá, una comunidad de Cayambe, en el norte de Quito, donde el joven se desempeñab­a como guardia de seguridad.

Sin embargo, el 10 de febrero de 2017, cuando regresó a su puesto, vio a Juanky –como todos llamaban de cariño al perrito– agonizando dentro de su jaula.

“Alguien le dio vidrio molido. No pude hacer nada por él. Se le habían perforado los intestinos”, describe Farinango.

En ese doloroso momento, tomó su bicicleta y pedaleó por horas. Pero no fue suficiente. Dos días después, empezó a correr por las colinas y despeñader­o de la comuna para sentir el viento en su rostro y olvidar –al menos de momento– la causa de su dolor.

Al ver su talento nato para el ultra trail (un deporte que consiste en carreras de montaña con largas distancias), gente de la zona le sugirió unirse a un grupo de corredores que practicaba­n en la localidad. A solo unas semanas de haberse iniciado en la actividad, decidió inscribirs­e en su primera carrera: La ruta del Hielero del Cotopaxi. Quedó sexto en su categoría y 19 en la general. Pero no estaba conforme, Juan David entendió que podía llegar más lejos.

Hoy, en solo dos años de dedicarse a esa disciplina ha cosechado más de 52 medallas y, al menos, una docena de trofeos. Ha competido en dos válidas de Perú en las que ha ostentado el segundo y tercer puesto. Se trata de la competenci­a Machupichu Trail, en la que se recorre más de cien mil kilómetros de montaña.

Pero su último logro llegó hace poco con el Pululahua Trail, una maratón de 162 km en la que llegó en segundo lugar. “Hay gente que duerme, pero yo no. Hice 31 horas”, describe.

Y es que la forma en la que Farinango ha logrado estar entre los mejores es con constancia y disciplina.

En cuanto sale de su trabajo, como personal de mantenimie­nto de una florícola, inicia su entrenamie­nto. No tiene un coach personal, tampoco un equipo médico que controle su alimentaci­ón. Así que todos sus logros se los debe a sí mismo, incluso los viajes al exterior. “Bueno, en uno al Perú, la comunidad me ayudó con una parte del boleto aéreo, lo demás puse yo”, añade el joven, quien no se considera un deportista, sino un gran aficionado.

“Yo no soy la gran cosa, soy un joven de campo, que quiere sacar la cara por su tierra”, comenta.

Para él, el deporte le cambió la vida y espera ser el ejemplo de muchos chicos de su comunidad que se están desviando del camino. “Yo me alejé de los vicios. Antes tomaba. Ahora ya no bebo”, manifestó.

Otra cosa que le hace sentir mucho orgullo es que cuando sus vecinos lo ven corriendo por la montaña, le gritan: “vamos Cayambe, que sí se puede”.

No es para menos, Juan David ha competido contra los grandes de esa disciplina. Incluso en una de las maratones, un deportista de élite iba a la par con el muchacho, pero en uno de los refugios se descompens­ó. “Yo le gané”, explica

con pecho de paloma, sobre todo porque su preparació­n es distinta.

Quitoloma, el nevado Cayambe y el cerro Imbabura son sus pistas de entrenamie­nto. Ya en los torneos es un chico bastante sencillo, incluso, cuando llega a las estaciones y paradas durante las rutas del ultra trail. Allí, hay comida y espacios para el descanso. “A mí no me gustan las barras energética­s. Yo prefiero llevarme funditas de miel y agua con panela molida”, detalla.

LA PREPARACIÓ­N

Años atrás, Farinango estudiaba Agronomía. Sin embargo, un accidente con una motosierra en el instituto, casi le deja sin pie. “No tengo la movilidad completa. Me cuesta correr en plano, pero yo les gano ventaja en la montaña”, manifiesta.

Además de esa carrera, Juan David es auxiliar de veterinari­o, pese a sus conocimien­tos, no logró salvar a Muchacho. Tampoco pudo hacer algo por su otro perrito que murió hace unos meses, por una complicaci­ón médica. “Siento que todo lo que quiero se me va, por eso corro. Me ayuda a pensar en ellos, a recordarlo­s”, concluye.

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Karina Defas / EXTRA ?? Una de las primeras válidas que corrió fue la Ruta del
Hielero del Cotopaxi. Juan David no se siente deportista, sino un aficionado, pero cree que el deporte le cambió la vida.
Fotos: Karina Defas / EXTRA Una de las primeras válidas que corrió fue la Ruta del Hielero del Cotopaxi. Juan David no se siente deportista, sino un aficionado, pero cree que el deporte le cambió la vida.

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