¡Palos y bates para cuidar!
Durante ocho días, Carlos Cabrera y Ricardo Ayala (nombres protegidos) han luchado en contra de la delincuencia al proteger el local comercial en el que trabajan desde hace varios años en el suburbio de Guayaquil.
Con bates de béisbol y pedazos grandes de madera, los dos guayaquileños resguardan el negocio de electrodomésticos, ubicado al frente del mercado del Guasmo Sur, que se ha salvado de ser saqueado en varias ocasiones, en medio del caos que se desató en el país por las medidas económicas adoptadas por el Gobierno.
“El día que empezó el paro (el pasado miércoles 2) una avalancha de gente se lanzó a querer tumbar la puerta para llevarse todos los productos, pero con los demás compañeros t uvimos que salir a encararlos para que se vayan. Ahí nos fuimos de puñete con varias de las personas que se quisieron meter”, recalcó Cabrera, soltando una carcajada.
Además, Cabrera, de 50 años, aseguró que en conjunto con su jefe Luis Zambrano (nombre protegido) decidieron hacer las guardias. Dos grupos de tres personas se turnan para cumplir los turnos de 24 horas. “Tenemos que cuidar nuestro lugar de trabajo. Si la empresa cierra nosotros nos quedamos en la calle, sin trabajo. Somos dos grupos y cada uno hace guardia durante 24 horas y las siguientes 24 horas descansan”.
Mientras Cabrera se tomaba un vaso de café, que lo tenía guardado en un termo grande de color rojo, para apaciguar los cerca de los 20 grados centígrados que enfriaban la madrugada de ayer del Puerto Principal, recordó que el pasado lunes tuvieron que retomar la custodia debido a que varios grupos se apostaron en las inmediaciones del local comercial.
“Ese día en la tarde (el lunes pasado) el jefe nos dijo que ya no hagamos guardias porque ya estaba medio calmada la situación, pero como a la una de la mañana me llamó a mí y a varios compañeros más porque algunos individuos estaban rondando el sector. Eran cerca de 30 personas subidas en bicicletas que pasaban mirando el negocio a cada momento”, dijo Carlos Cabrera.
Con gafas negras, gorras y pasamontañas se camuflaban para intentar pasar desapercibidos de las miradas curiosas que pasaban por las inmediaciones de la zona. “Nuestra seguridad es primero, por eso es que nos cubrimos de pies a cabeza. No queremos que después vayan a tener repercusiones con nosotros por hacer nuestro trabajo”, resaltó Ayala.