¡Por piedrazo perdió ojo!
Con 26 años y nacido en Latacunga, Mauro Chicaiza fue herido mientras intentaba controlar el vandalismo durante las manifestaciones en la capital. Su madre relata el ataque.
Mauro Chicaiza nunca olvidará el 9 de octubre. Ese día el policía de la Unidad de Mantenimiento del Orden se enfrentaba, como todos los demás uniformados, al vandalismo en Quito. Una guerra que parecía no tener fin.
De repente, en el enfrentamiento, un piedra chocó con su rostro. Con su ojo izquierdo. A qué velocidad le alcanzaría ese objeto que lo destruyó, “lo partió en la mitad”. Herido, el agente fue trasladado a emergencias del Hospital de la Policía, frente a la morgue.
En el quirófano hicieron todo lo posible por salvar su globo ocular. Pero fue “irreparable”. “Estaba totalmente deformado el ojo... era una herida demasiado grande”, cuenta la médico oftalmóloga que lo atendió, Gabriela Benalcázar, desde uno de los pasillos del hospital.
Cuando Mauro, con 26 años, despertó, había perdido su ojo izquierdo y, por ende, la visión. Eso sí, sus fuerzas se mantenían intactas para seguir luchando, aun desde una camilla. Su madre, Carmen Claudio, ya estaba allí. Aunque para llegar pasó por una larga travesía.
UN VIAJE INCIERTO
Un compañero del joven policía llegó a la casa, en Latacunga, y le dijo a Carmen: “No sé cómo se va a sentir usted, lamentablemente le tengo que dar una noticia: su hijito tuvo un accidente y lo trasladaron al hospital”. Ella, a 97 kilómetros de Mauro, no tenía claro qué hacer. Se encontraba mal.
En ese momento la gente protestaba contra las medidas económicas impuestas por el Gobierno. Todo estaba paralizado. No había buses. Las vías estaban cerradas. Pero... como madre no quería esperar ni un minuto más para embarcarse en un viaje, quizás incierto, hacia el lugar en donde reposaba su hijo tras haber sido agredido en las manifestaciones.
Diez de la noche. Salieron de casa ella y su esposo, padre de Mauro, rumbo al hospital. Caminaron muchísimo hasta la ‘piedra colorada’ –dice ella– donde encontraron una camioneta que los llevó hasta el centro de Quito. De ahí buscaron la manera de acercase. Recién a las tres de la madrugada pudieron llegar a la casa de salud.
Entonces, Carmen estaba convencida de que su hijo aún tenía sus dos ojos. No fue hasta cuando la doctora le dijo que no pudieron hacer nada para salvar el globo ocular.
Mauro lo sabe. Y se siente mal... Apenas había terminado el curso para entrar a la Unidad de Mantenimiento del Orden de la Policía, en Manabí. Pero con la ayuda de la psicóloga está recobrando las ganas de seguir trabajando. Incluso los altos mandos de la Policía lo han visitado. “Le han dicho: ‘Has perdido un dedo y no un brazo’”, recuerda su
mamá afuera de la habitación.
Benalcázar, la médico, explica que ahora tiene colocado un “conformador” en la cavidad, ya que, como ahora no tiene ojo, el objetivo es que no se cierre para en meses posteriores colocarle una prótesis. Es algo más estético que funcional. “El hecho de no tener un ojo limita totalmente su capacidad funcional y operativa”, concluye. Estaba previsto que hoy le den el alta. Este Diario quiso conversar con el afectado, pero en ese momento no se encontraba dispuesto a hablar.
Así opina Era una herida demasiado grande... el ojo estaba totalmente deformado”.
GABRIELA BENALCÁZAR
Oftalmóloga del Hospital de la Policía