Panela, el oro de San Roquito
La producción del endulzante es una tradición de familia. La parroquia está ubicada en el sector andino de la provincia de El Oro. Artesanos muestran el paso a paso para obtener este manjar.
Hablar de caña de azúcar El Oro es trasladarse a los pueblos ancestrales de la parte andina de la provincia. Una actividad que la han mantenido por generaciones pocas familias que viven de la elaboración de la panela y el guarapo.
“El trabajo es familiar, ya no hay para pagar al jornal”, dijo Milton Loayza Romero, habitante de la parroquia San Roquito del cantón Piñas, ubicada a unos 60 km de Machala.
Él lleva uno de los apellidos que por generaciones ha venido elaborando la panela en barra y granulada, no solo en Piñas, sino en el cantón Atahualpa específi
camente en el poblado de Ayapamba.
Los Romero Loayza continúan con esa actividad pese a que -aseguran- ya no es muy rentable como hace dos décadas atrás, pero la mantiene para que no desaparezca.
Al llegar al poblado se pueden divisar, entre los cañaverales, nubes de un humo negro, acompañadas del ruido de motores.
Es la señal de que un trapiche (molino de caña) está operando y produciendo panela.
“Es un trabajo muy laborioso, pero es una herencia de mi padre y nunca la dejaré”, comenta don Loayza, de 55 años.
“Desde mi infancia mis padres me tenían trabajando en el cultivo de la caña de azúcar, en ese entonces solo se producía panela en barra y desde el año 1996, para no dejar la tradición de nuestros antepasados, de 13 hermanos solo yo empecé a sacar panela granulada, porque es orgánica y medicinal”, contó el agricultor.
PUEBLO ANCESTRAL
Son Roquito es uno de los sectores más antiguos de la provincia de El Oro. Cuando la parroquia vecina de Paccha se separó de Zaruma en 1984, Ayapamba pasó ser parte del nuevo cantón Atahualpa, junto a Cordoncillo.
Poseen una riqueza agrícola que radica en la caña de azúcar, también está el cultivo de café; de igual manera, existen diversidad de productos de ciclo corto que embellecen el paisaje de los huertos familiares.
Sin embargo, todo esto ha ido desapareciendo poco a poco, ya que el ‘boom’ de la minería ha desplazado a los habitantes.
Freddy Romero lleva 45 años como panelero; con esta actividad alimentó y educó a su familia, que participa en todo el proceso de elaboración del producto, desde la cosecha hasta la comercialización.
Su trapiche está junto a su casa; bajo un techo de zinc están los implementos básicos para hacer panela: molino, horno, pailas y moldes. El espacio está rodeado de la materia prima: la caña de azúcar.
El producto es cargado en mula y se apila en un rincón. El procedimiento es artesanal y requiere de gran esfuerzo físico, desde la transportación de la caña hasta el trapiche, la molienda y la cocción del guarapo.
En esta última hay que soportar altas temperaturas al mover constantemente el guarapo mientras se evapora en un recipiente de 2,5 metros por un metro de diámetro.
Según los paneleros de Piñas, esta labor toma mucho tiempo, debido a que hay que darle mantenimiento a la plantación, limpiarla, deshojarla y esperar que madure para cosecharla; luego se la corta, se la raspa y se la traslada en mula hasta la ramada.
Luego de este proceso, en una máquina que funciona a energía eléctrica se extrae el jugo o guarapo, para pasar a los calderos o evaporadora, donde se le da punto a la miel. Después se la saca a la fuente para batirla con espátula (paleta de madera) hasta que se cristaliza, se cierne y se la coloca en un envase para el traslado.
VENTA
Según los pobladores, el 90 % de la panela granulada se la lleva a Cuenca, al por mayor, a un precio de entre $ 35 y $ 37
el quintal. En el mercado de Piñas la libra se la vende a 75
centavos.