¡Los últimos arrulleros de Lagarto muestran su arte!
Los artistas en su mayoría de la tercera edad, buscan revalorizar las costumbres afro de la provincia de Esmeraldas.
Seis hombres y cuatro mujeres llegaron a la capital cargados de sus cununos, maracas y bombos para tocar sus canciones. Los arrullos que aprendieron de sus padres y sus madres desde muy pequeños.
Todos viven en la parroquia de Lagarto, cantón Río Verde, de la provincia de Esmeraldas. Allí acuden a las celebraciones religiosas, nacimientos y velorios para compartir su música.
“Es siempre por devoción, por respeto a nuestros santos”, dice María Ramírez, una de las integrantes del grupo Rescate Cultural.
Ellos presentaron su disco frente a decenas de personas en el Teatro Nacional Sucre de Quito, con el objetivo de revalorizar las costumbres afroesmeraldeñas, que poco a poco se van perdiendo. “Los chicos ya no son como antes. Con la tecnología se olvidan de sus raíces”, dice María, de 72 años. Ninguno de los hijos de estos arrulleros ha querido aprender.
¿QUÉ SON LOS ARRULLOS?
Son cánticos ancestrales en las que los hombres recitan una frase generalmente en verso y las mujeres las responden. Ellas tocan las maracas y ellos los cununos y los bombos.
Esta manifestación cultural data de siglos atrás, que a pesar de que tiene un carácter católico, sus raíces están en África.
Esta parroquia, situada muy cerca del océano Pacífico, comparte esta costumbre con varios pueblos del sur de Colombia, según explica Arnulfo Chila, líder de la agrupación. Estas manifestaciones responden al sincretismo religioso desarrollado por siglos en esta zona.
La cantautora Karina Clavijo, en su investigación Saberes musicales afroesmeraldeños: arrullos, chigualos y alabaos en la provincia de Esmeraldas, explica que la cosmovisión afroesmeraldeña y la interpretación musical ocupan un lugar muy importante. Allí se evidencia la reapropiación de símbolos “Los cantos poseen una característica única proveniente de la diáspora africana, el ritmo y el tambor”, reza el texto.
Según explican las cantoras de Rescate Cultural, se interpretan arrullos a lo divino, a la naturaleza, al hombre. Los alabaos y chigualos se interpretan para celebrar los ritos fúnebres. Aunque no será lo mismo si el muerto es un niño o un adulto.
Sin embargo, Klavijo añade que en las voces de estos hombres y mujeres hablan sobre luchas sociales y políticas en sus territorios. Es decir no son meramente religiosos.
“Son tradiciones de nuestros ancestros que arrullaban a los santos como san Antonio, María, Carmen”, dice Griselda Chichande, otra integrante de Rescate Cultural . El l a aprendió a ayudar al coro hace unos 20 años.
Ignacio Quiñóñez ve a estos cantos como una forma de estar en familia. Su madre cantaba y él solo la acompañaba a cada reunión. “La sangre mismo lo llama a uno”, dice entre risas.
Para ellos es una forma de adorar a Dios, una muestra de amor para los santos a los que les piden milagros y se los han cumplido. “Somos católicos, bien católicos”, dice María, de 72 años y madre de 11 hijos.
EL VIAJE
Los arrulleros de Lagarto estaban emocionados de viajar a la capital, luego de que un equipo de grabación fuera hasta Lagarto para recoger sus poesías populares y les propusiera grabar un disco, con el apoyo de algunas entidades y la autogestión.
“Nos gustó la idea porque cuando ya no estemos lo poco que sabemos se va a olvidar”, dice Arnulfo Chila.
Incluso, en su territorio vieron cómo las cantadoras eran cada vez menos porque “se iban muriendo y sus hijas no seguían con la tradición”.
Se hospedaron en un hostal del norte de Quito, en el que necesitaron arroparse. El invierno quiteño no tenía nada que ver con el clima tropical al que están acostumbrados, pero en el momento de tocar no hubo frío que los detuviera.
El disco contiene 13 canciones en las que se recopilan además poemas propios de la parroquia de Lagarto.
En el Teatro Nacional Sucre compartieron escenario con artistas como Margarita Laso, Álex Alvear y agrupaciones africanas.
Según Arnulfo, los arrulleros están dispuestos a enseñar sus conocimientos a los más jóvenes, sean oriundos de Esmeraldas o no. “Si le nace en su corazón, cualquiera puede ser arrullero”, dice el hombre.
Los nuevos ritmos, el vertiginoso crecimiento demográfico, la modernización en la música y las tecnologías han dejado que estas manifestaciones queden relegadas, aunque ellos pretenden rescatarlas del olvido.
PREOCUPADOS
Cuentan que las nuevas generaciones no han querido aprender y les preocupa que este arte desaparezca.