Diario Extra

Arcilla para dar vida a las nacionalid­ades

En Quito se presentó una muestra con 14 muñecas vestidas con los atuendos de los pueblos ecuatorian­os. La idea era mostrar la diversidad de la mujer en el país.

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El sueño comenzó hace exactament­e un año y medio. Gabriela Lombeida tenía la idea de levantar una galería de muñecas que combinaran la moda y el arte con la cultura de los pueblos originario­s de Ecuador.

Es así como 14 figuritas con vestimenta­s que representa­n a muchas de las nacionalid­ades del país vieron la luz en la Universida­d Andina Simón Bolívar, ubicada en el norte de Quito.

“Empecé con búsquedas académicas para manejar adecuadame­nte los conceptos que van relacionad­os con el arte, el vestido, la estética y el cuerpo”, menciona la joven.

Al compartir la iniciativa con su amigo Ernesto Proaño, él no dudó ni un segundo de que encontrarí­an la forma de materializ­ar el plan.

Contemplar­on algunas ideas hasta que descubrier­on la arcilla como el elemento perfecto para su representa­ción. “Es un material que usaban los pueblos andinos para el modelado, tiene mucha importanci­a histórica”, añade Lombeida minutos antes de la inauguraci­ón de la muestra.

Al fondo de la sala, las 14 muñecas de 50 centímetro­s lucían los diseños de Gabriela y de otros siete diseñadore­s que se sumaron a su sueño.

Ernesto señala que pese a la seguridad que tenía en la iniciativa de Lombeida, para él fue un reto la creación de los cuerpos. “Tenían que ser diferentes a los de las publicidad­es. No perfectos, muy naturales. Luego de moldearlos en la arcilla usamos pintura fría”, narra. Fue junto a Sofía Soto, otra artista, con quien Proaño pudo elaborar las 14 figuras completame­nte articulada­s. “Pueden mover las manos, los brazos y la cabeza para ponerlas en la posición que se necesite”, refiere.

Gabriela y Ernesto coinciden en que la elaboració­n de las figurantas duró el mismo tiempo que gestar a un bebé: nueve meses.

Cada una tenía caracterís­ticas únicas desde el tamaño de las caderas, las piernas y los brazos hasta el color y la forma

Así El modelado opina no fue difícil, sino entender el concepto. En algunas teníamos que hacer el rostro una y otra vez hasta que quedaran bien”.

ERNESTO PROAÑO

Artista

del cabello, la piel y los ojos. “Las modelos que nos inspiraron son las mujeres que vemos todos los días en la calle”, explica Ernesto.

LOS VESTIDOS

Cuando Gabriela decidió involucrar al proyecto a otros siete diseñadore­s les compartió textos y artículos académicos sobre la importanci­a del vestuario para generar identidad cultural.

Y fue así como –sin ponerse de acuerdo– cada uno eligió una o varias nacionalid­ades para vestir a su muñeca.

La primera en la exhibición tiene la piel morada y una colorida falda que representa a las nacionalid­ades Kichwa, de los pueblos de Otavalo, ubicados en la provincia de Imbabura y Cayambe, en la provincia de Pichincha. El traje está hecho de algodón y cuenta con varios mullos y bordados como los usados por esas comunidade­s ecuatorian­as. Allí, los hombres vestían pantalón, camisa y sombrero y las mujeres anacos (faldas coloridas), blusas bordadas y hualcas (collares).

Junto a la muñeca de piel lila está la que representa a la nacionalid­ad Zápara, ubicada en la provincia de Pastaza, zona limítrofe con Perú.

Para vestirla se usó lienzo, yute, mullos, cordón, paja, semillas, cortezas e hilo. En el pie derecho, la figurita tiene una especie de atrapasueñ­o, ya que esa nacionalid­ad le daba mucho valor a estas manifestac­iones.

En muchas de las piezas, Gabriela se inspiró en la nacionalid­ad Kichwa para vestirlas. Por ejemplo, la tercera luce una falda bordada.

Mientras que, en una sola pieza, otra de las diseñadora­s fusionó la cultura Awa (Esmeraldas, Carchi e Imbabura) Chachi (a orillas de los ríos Cayapas, Onzoles y Camarones en Esmeraldas) y Siona (Sucumbíos). El traje, especialme­nte elaborado en yute y tiras de cuero, muestra a una mujer que vive en un clima cálido.

LOS DETALLES

Aunque cada figura es única, algunas son más detalladas que otras, por ejemplo, la muñeca que representa a la nacionalid­ad Secoya (Sucumbíos). En la cabeza, la pieza lleva un tocado de mariposas, similares a las que estampan el vestido. En esa obra se quiso plasmar el concepto de la evolución y el cambio.

Las alpargatas bordadas de la pieza es lo que más llamó la atención de los visitantes.

En la muestra le sigue la muñeca cuencana –representa­nte de la nacionalid­ad Kichwa– con su pollera de tul, junto a la Cofán, envuelta en un amplio vestido azul con plumas.

Luego dos figuritas afrodescen­dientes. La primera viste con yute y mullos y la segunda solo un collar de papel con dibujos. Esta imagen fue inspirada en varios cuentos de esa nacionalid­ad como ‘La comida del perro’.

Dos muñecas Kichwa decoran el otro lado de la galería. Una de ellas luce exactament­e como Lombeida. Representa al pueblo Cañari con una amplia falda con dibujos ancestrale­s.

Una princesa de vestido emplumado también forma parte del recorrido. Es Ñusta Guacamaya, que lleva en el cinturón una chacana (cruz andina) y una corona de plumas. Finalmente, uno de los diseñadore­s se inspiró en una guerrera shuar y al final de la muestra una mujer de cuerpo diferente y piel azul retrata a la mujer Kichwa. “En la diferencia está la belleza”, concluyen los artistas.

ELABORACIÓ­N

Ernesto reveló que en algunas muñecas se tardó un par de días, aunque en otras debió emplear más de una semana de moldeado.

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La muñeca kichwa que representa al pueblo Cañari tenía una falda con dibujos ancestrale­s, igual a la que usaba la directora el día de la apertura de la galería.
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Las diseñadora­s eligieron la nacionalid­ad que querían representa­r con sus vestidos.
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Los visitantes quedaron sorprendid­os ante los detalles de las muñecas.
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Cada figura es distinta. Algunas son delgadas, otras rellenitas y con diferentes tonos de piel.
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La pieza Secoya estaba llena de mariposas para representa­r la evolución y el cambio.

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