¡Golpeado, pero libre!
Al parecer, los implicados en el secuestro del hombre, de 38 años, decidieron soltarlo junto a su amigo, quien también vivió el susto. La Policía habría logrado rastrearlo. La investigación continúa.
Eran siete hombres armados. Eso es todo lo que puede recordar Pablo (nombre protegido) de la noche del sábado 21 de diciembre, en Ponciano Alto, norte de Quito.
Lo tenían rodeado, así que ni siquiera pensó en resistirse. A empujones, el hombre, de 38 años, y su compañero de trabajo fueron subidos en un taxi y encapuchados, revela el abogado de Pablo, Cristhian Tamayo, dos días después del hecho.
No ha sido fácil para el afectado, quien es padre de dos niños, recuperarse del susto, especialmente al recordar el destino al que lo llevó el vehículo amarillo. “Él sentía que era por la Mitad del Mundo (norte de la urbe)”, refiere Tamayo.
Cuando les quitaron la tela que cubría sus rostros, las víctimas se vieron en el baño de una mecánica. Allí, Pablo fue golpeado con el mango de una pistola para que entregara las claves de su teléfono celular.
Mientras eso ocurría, la familia del hombre ya había notado su ausencia y su foto había sido compartida cientos de veces en redes sociales.
Incluso, a la mañana siguiente (domingo), en Fiscalía, fue asentada una denuncia por la desaparición de Pablo. De inmediato, los agentes de la Dinased empezaron con el rastreo del hombre, quien además de su trabajoen una inmobiliaria, es conocido en la política.
“Eso da a pensar que tiene poder económico... Seguramente le estaban haciendo seguimiento un mes antes para secuestrarlo y pedir rescate”, añade el abogado y vocero de la familia.
Al momento, se presume que el monto que los sujetos iban a pedir para liberar a Pablo era de un millón de dólares. Sin embargo, las investigaciones confirmarán el dato.
LA LIBERACIÓN
Tamayo asegura que no tiene detalle sobre cómo la Policía logró contactarse con los implicados, solo sabe que en cuanto los sospechosos escucharon la voz de los uniformados, al otro lado de la línea, colgaron.
Luego, empezó una pelea entre los delincuentes, comenta el jurista. “Unos decían que había que moverse de sitio y otros que era mejor liberarlos”, acota.
Así lo hicieron la misma tarde del domingo. Una vez más, colocaron una capucha en la cabeza de Pablo, lo montaron en un auto y lo dejaron abandonado, junto a su amigo, en las avenidas Mariscal Sucre y Vaca de Castro, en el norte de Quito. Es decir a 17.3 kilómetros de la mecánica en la que estuvieron cautivos.
Con el testimonio de Pablo, el tipo penal que investiga Fiscalía de desaparición, debería cambiar a secuestro, explica Tamayo.
Por el momento, Pablo prefiere que la investigación siga su curso para contemplar si tomará o no otras acciones.