de cultura y esparcimiento
Las figuras distribuidas en la propiedad fueron fabricadas por los escultores de la escuela, en un ambiente que combina las albercas y áreas verdes.
COMO EN EL CAMPO
Frente a las dos figuras del ingreso a las piscinas está ubicado el restaurante. Un sitio que atrae en las mañanas por su olor a maduro con queso criollo, un bocadillo típico de Nobol, la localidad cercana al parque. El plato tiene su origen en la zona costera, principalmente en la provincia del Guayas.
El llapingacho es otra de las especialidades del menú. Y, según Rosado, hay que explicar ciertas diferencias que lo identifican. “Aquí se lo prepara como en partes rurales de la Costa: con el maní, el huevo, el aguacate, la salsa de cebolla. También le añadimos maduro, arroz y longaniza especial. No le ponemos chancho, como suelen hacerlo en la sierra”, refiere Hugo Rosado, uno de los cocineros más experimentados.
Otro de los platos preparados en el comedor es el seco de gallina, cuyo secreto, según Rosado, es que para cocinarlo no utilizan químicos ni condimentos que no sean naturales.
Productos como cebolla blanca o hierba buena, empleados para hacer refritos, son cultivados en el mismo parque, dice Rosado, en un tono de orgullo, al puntualizar que la comida va, prácticamente, del huerto a la mesa.
A la gallina le siguen el paso los búfalos africanos, pero no para el consumo humano, sino para que los visitantes puedan observarlos, en una zona aledaña al parque. El público se coloca a una distancia prudente, comenta Franco. Una experiencia como aquellas de antaño, cuando se iba de visita a la finca de algún familiar.
CON ‘SABOR’ A HISTORIA
En el complejo turístico, una vivienda especial se mantiene en pie: la casa del arqueólogo guayaquileño Emilio Estrada Ycaza. Una edificación color granate, con filos blancos y ventanas de madera.
Allí, desde hace dos años, funciona un museo con una muestra de unas 500 muñecas de colección de todos los países, incluido Ecuador. La estructura fue remodelada en ocho meses, con la visión de la museógrafa española Fabiola Juan Fernández.
Otros dos museos recrean en sus construcciones la antigua arquitectura montuvia: altas casas de grandes ventanales y balcones. El museo Phi, por ejemplo, hace gala de pasamanos y divisiones de teca.