Diario Extra

Su salud y su casa, debilitada­s

Adulta mayor teme que con la llegada del invierno su vivienda se caiga. Pide ayuda para conseguir relleno para su solar. Espera que le puedan otorgar el bono para mejorar su economía.

- Guayaquil

Rosaura Macías Amaya tiene 72 años y los achaques de la edad se intensific­aron cuando enviudó. Hace un año y ocho meses, su esposo, Gilberto Quinde Rivas, dejó la vida terrenal a causa de una cirrosis presente en su organismo por cinco años.

“Pero no estuvo todo ese tiempo en cama. Él siguió andando, trabajando, haciendo las cosas. Al último fue que se postró en esta cama y como al mes de eso falleció”, rememora Rosaura, mientras toca el colchón que utilizó el ya difunto.

Perder al compañero de vida hizo que la salud de la adulta mayor desmejorar­a y, cree ella, fue por eso que se le “disparó la presión y el azúcar”, describe, refiriéndo­se a la hipertensi­ón y la diabetes, que controla tomando pastillas, una al levantarse y otra al acostarse, asegura.

Su prima, Monserrate Zambrano, quien habita en el terreno colindante detrás de su solar, cree que la salud de la mujer está desmejorad­a por la edad y las condicione­s económicas.

“Ella no tiene ninguna ayuda, no cobra el bono y solo un hijo la sostiene con los gastos del hogar, haciendo trabajos de albañilerí­a y soldadura. Pero él lleva unos dos meses con la vista lastimada y solo ha hecho cachuelos estos días”, explica la pariente.

Rosaura asiente. Sabe que el único sostén de su hogar es su hijo Miguel, quien vela por ella y por su nieto de 11 años.

“El doctor le ha dicho que tal vez pierda la vista. Tiene que hacerse una última operación. Pero igual él ha salido a buscar cualquier trabajito, a donde lo llamen. Con eso nos mantiene a mí y a mi nieto, que es su hijo”, explica la doña.

Pero Miguel no es el único descendien­te de Rosaura. Tiene otra hija que la visita frecuentem­ente desde Durán. Otros cinco vástagos, antes del matrimonio Quinde, están en distintas partes del país, sin proporcion­arle -asegura ellaalguna ayuda económica.

“De repente mandan treinta dólares porque mi hija los llama para decirles que estoy necesitand­o para medicinas”, lamenta la madre de familia.

Doña Rosaura entristece al recordar a su marido y un par de lágrimas se le escapan cuando rememora la Navidad pasada, otra fecha que no pudo pasar con él.

Don Quinde, como le llamaba, era quien le acolitaba en sus ideas y proyectos, uno de ellos, adquirir un solar en la cooperativ­a Balerio Estacio, etapa 3, donde actualment­e habita.

Allí levantó su covacha que, al igual que su salud, está debilitada. Es una mediagua alta sostenida por puntales, a la que se ingresa subiendo cuatro escalones de maderas flojas.

Los maderos de la estructura están desgastado­s y al ingresar a la casa es posible sentir un leve vaivén al tiempo que el piso cruje.

“Esta casita tiene unos quince años o tal vez más. La compramos después de adquirir los solares. Me costaron bastante trabajo. Pero preferí pagar esto a seguir alquilando en el cerro Santa Ana”, asevera doña Rosaura.

TEMOR POR LLUVIAS

Con la llegada del invierno, tanto la anciana, como su pariente, Monserrate, temen que el agua de las lluvias inunde el patio, y con ello se debiliten aún más los palos que sostienen la casa y esta se vaya al suelo. Esto porque el nivel de la calle es mucho más alto que el del solar.

Esta familia espera que alguna institució­n pueda ayudarle a obtener el bono de desarrollo humano, por las condicione­s en las que vive y por su salud que requiere medicación constante.

“Ahora tiene medicinas que le dieron en el subcentro, pero hay días que no le dan y ahí le toca comprar. Ya con el bono, al menos podrá tener para esa emergencia”, añade Zambrano.

Otro de los anhelos de la familia es que alguna entidad pueda ayudarles con relleno pétreo para nivelar el solar y adecuar su casita. Espera que algún lector de EXTRA pueda ofrecerles algún tipo de asistencia.

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MESES lleva el hijo con la afectación de su vista, producto de material de soldadura.

Así

opina

En cada invierno esto se inunda porque el agua viene de arriba, trayendo lodo y tierra. Es peligroso”.

ROSAURA MACÍAS

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Fotos: Karina Silvera / EXTRA A Rosaura le preocupa no tener un día sus pastillas, ni dinero para adquirirla­s.
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El nivel de su solar está mucho más bajo que el de la calle, por lo que teme se inunde.

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