Diario Extra

¡La terapia llega en 4 patas!

El acompañami­ento de estos animalitos ayuda a los pacientes a mejorarse... Verónica Pardo, la dueña del can, vivió en carne propia la recuperaci­ón de un grave accidente.

- Daniela Moina Armas

Cuando sale del ascensor la gente grita: “¡Llegó! Los doctores y las enfermeras se acercan a saludar a Ágata, una perrita sabueso que acompaña a los pacientes del área pediátrica del Hospital San Francisco, en Quito.

De color caramelo y con la inquietud de una bebé de 11 meses, Ágata lleva un chaleco rojo con el letrero que dice: “¿En qué le puedo ayudar?”. Entonces, Verónica Pardo –su dueña y entrenador­a– pregunta a las enfermeras por los niños que pueden recibir la canoterapi­a: recibir afecto de un perro en hospitales, hogares de ancianos, etc.

“Cuando tienen enfermedad­es infecto-contagiosa­s deben estar aislados y allí no se puede entrar”, dice Verónica.

Ágata está entrenada para que su ímpetu de cachorro no asuste a los pacientes, que los olfatee y se deje acariciar sin que haya incomodida­d, según su entrenador­a. El proyecto de acompañami­ento inició en octubre de 2019. Y Verónica sabe que funciona, pues en ella ha tenido un efecto beneficios­o.

LA SALVÓ

Verónica es veterinari­a y tenía una promisoria carrera en el atletismo. Cuando su hija tenía un año, sufrió un accidente en el que perdió prácticame­nte la esperanza de volver a caminar. “Estuve un año postrada en una cama, con un arnés. Fue una etapa muy dolorosa”, cuenta.

Entonces llegó a sus manos un libro que hablaba del poder sanador de las mascotas y le dieron un perro cocker, Tango, para que la acompañara.

“Mi entrenador me prohibió la silla de ruedas y el pañal. Comencé a hacer terapias con perros y con caballos, no me resignaba a no volver a caminar”, relata.

A los ocho meses logró sentarse, Tango (su perro) le pasaba las cosas que se le caían. Y, además, le avisaba cuando le iba a dar una convulsión, 10 minutos antes. Al año empezó a caminar. En lugar de un andador ella tenía un Gran danés...

Ya no volvió a correr, pero se reincorpor­ó a la veterinari­a y ahora es voluntaria en hospitales de Quito.

LA TERAPIA

Verónica y Ágata van a la casa de salud todos los miércoles. Este último EXTRA las acompañó...

Primero una enfermera se asegura de que los visitantes esterilice­n sus manos. Verónica pregunta a los padres del paciente si puede aproximars­e.

La hermana de Khiara se acerca para avisar que la pequeña de dos años y medio ha despertado. Tiene parálisis cerebral y una discapacid­ad del 88%, por lo que no puede moverse por sí misma.

Verónica coloca una manta sobre la cama y acerca poco a poco a la perra. La olfatea con sigilo. “Mira como Chanel”, le dice la madre a su bebé, para rememorar a la mascota que las espera en casa.

Acuestan a la niña sobre el lomo de Ágata y guían sus manos hacia sus orejas. Sus ojos se abren ampliament­e y esboza una sonrisa. Aunque sus ojos no ven busca la presencia de la mascota. Así durante unos 15 minutos.

Alexandra, su madre, dice que intenta hacer lo mismo con los perros que hay en casa, que el contacto la calma, por eso llamó a la entrenador­a de Ágata.

LOS BENEFICIOS

Sandra Imbaquingo, jefa de enfermería del hospital, comenta que la presencia de Ágata genera un espacio amigable y familiar para los niños. “Les estimula para que incremente­n sus defensas y la recuperaci­ón sea más rápida”, dice.

El ambiente hospitalar­io genera tensión y depresión, por lo que los minutos con la mascota levantan el ánimo de los pequeños.

Sin embargo, no todos pueden recibir su visita, no porque su presencia sea contraprod­ucente, sino porque a través de ella se pueden contagiar de gérmenes y virus.

“Incluso para el personal es beneficios­o, porque la vemos llegar y nos alegra la tarde”, concluye la enfermera.

El médico define qué niños pueden recibir las visitas de la perrita. Pero incluso quienes están con oxígeno acceden a la canoterapi­a”.

SANDRA IMBAQUINGO

Jefe de enfermería

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Fotos: Henry Lapo / EXTRA La presencia de mascotas ayuda a que los pacientes mejoren su estado de ánimo, lo que les ayuda a recuperars­e de sus enfermedad­es.
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Ágata está entrenada para no acercarse bruscament­e a los niños.

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