Cuenca tiene gran patrimonio religioso
No es solo su arquitectura, tampoco lo artístico de las figuras e imágenes de sus iglesias, es la esencia misma de los cuencanos reflejada en sus capillas y templos, como parte de su religiosidad y espiritualidad nativa.
Así opinó el sacerdote Marcos Toalongo, al referirse al patrimonio religioso que posee Cuenca. Son espacios de recogimiento y oración. Están abiertos todos los días permitiendo que los feligreses puedan orar, agradecer o pedir favores a la divinidad, algo intrínsecamente personal fortalecido por la fe, remarcó el sacerdote.
Esa fe o tradición religiosa viene desde la época de la colonia. Recuerdo de ello está la iglesia de Todos los Santos, donde en 1557 se celebró la primera misa tras la fundación de la urbe. Se halla junto al Barranco del río Tomebamba, zona este de la ciudad y donde se divide la urbe antigua con la moderna. Ahí se veneró a Santa Ana, según los registros históricos de Cuenca y que reposan en el Museo Remigio Crespo Toral.
La Catedral bautizada como vieja, junto al parque Abdón Calderón, es un segundo icono histórico religioso. Actualmente es un Museo de Arte Religioso, sirve para conciertos de música clásica y oficios de misas especiales. Se la construyó en 1557 y sirvió en sus inicios para los actos religiosos exclusivamente para los nobles, puesto que la capilla de Todos los Santos se la destinó para el pueblo, reseña el investigador Carlos Martínez.
Ahora son diecinueve las iglesias que se levantan en Cuenca, su mayoría datan de los siglos 16, 17, 18 y 19. Pero la historia religiosa morlaca se halla en la Catedral Vieja, dijo el investigador.
La Misión Geodésica usó la antigua torre del templo como punto de referencia a las mediciones que confirmarían la forma de la Tierra, lo que dio lugar a señalar que la torre es la más célebre que las pirámides de Egipto, según el sabio neogranadino Francisco José de Calda.
El sacerdote Marcos Toalongo y el investigador Carlos Martínez coinciden en señalar que con el paso de los años esa fe religiosa fue ampliándose y fortaleciéndose con las advocaciones, que no son más que nombres de Cristos, Vírgenes o Santos, a quienes se les adjudica favores y protección, y que se los venera en cada santuario en calidad de patrono.
Todo ello a partir del siglo XVIII y luego con la constitución de las parroquias religiosas, donde cada jurisdicción tiene su iglesia o capilla, y cada una un patrono.