¡Mercado del vicio!
EXTRA entró en la estación de alimentos, donde hace cuatro días fue asesinada una chica. Hacheros narran sus historias y afirman ser víctimas de violencia.
Se mezclan entre comerciantes y comensales. Su presencia no pasa desapercibida, pero muchos prefieren ignorarlos, aunque es fácil identificarlos. Su aspecto los delata: la vestimenta sucia, su delgadez, las ojeras, su forma de hablar y caminar son las características básicas de un consumidor de droga.
Afirman que son más de cien y que deambulan entre los andenes del Mercado de Transferencia de Víveres Montebello (noroeste de Guayaquil), donde hace cuatro días fue asesinada con una piedra Jéssica Figueroa Ávila, de 20 años.
Algunos de estos jóvenes consumidores de la droga conocida como H (compuesta por heroína, cafeína y diltiazem) y de plo plo (combinación de cocaína con bicarbonato de sodio y agua) ruegan por una moneda, otros trabajan cargando sacos con alimentos. Pero este capital no solo es utilizado para saciar el hambre, sino también para adquirir el alucinógeno que los pone a ‘volar’.
Luis Eduardo tiene 24 años y seis de ellos ha pasado inhalando H. Su adicción a las drogas lo apartó de su hogar y de su empleo como guardia de seguridad.
“Consumo H y plo plo. El dinero me lo gano cargando sacos o barriendo. Somos más de cien los chicos que nos drogamos en este mercado. Muchos hemos sido víctimas de violencia por parte de los guardias. Nos meten a un calabozo, antes de salir nos golpean con un palo”, afirma Luis Eduardo, quien es padre de una niña de un año.
Cuenta que en el bolsillo de su pantalón casi nunca falta la caja de fósforos y el papel envuelto que utiliza como pipa para drogarse.
Carlos Luis es su compañero de andanzas. Tiene 26 años y su vida dio un giro radical desde que comenzó a consumir droga. Abandonó su casa y su afición por el fútbol ahora es parte de su pasado. Ahora sus días transcurren vagando entre los pasillos del mercado o cargando sacos con alimentos.
“A Carlos Luis le gustaba jugar fútbol, me acompañaba a los partidos que organizamos los comerciantes. Comenzó como ayudante en el mercado, pero se dejó contagiar por el vicio y se perdió”, afirma José, un vendedor de Montebello.
Jonathan Javier, de 22 años, es otro de los jóvenes que pululan y se drogan en el espacio destinado para vender alimentos. Comenzó a consumir desde los 17 y para costear los gastos de la H vendió su ropa.
“Ya no tenía que vender y no quise robarle a mi mamá. Unos amigos me dijeron que si no tenía dinero fuera al mercado, que cargando sacos o haciendo mandados me ganaba unas monedas, la idea me gustó y desde ahí vivo de esto”, expresa Jonathan, mientras aguarda por las instrucciones para trepar a su hombro el saco con alimentos que debe llevar a otro andén.
Así Vamos a opina hacer operativos permanentes para sacarlos de las instalaciones. No debieron ingresar al mercado”. GUSTAVO ZÚÑIGA GEBERT Director de Mercados del Municipio