Diario Extra

LES FALTA ‘GASOLINA’ PARA EL SEXO

EN LA 18, BAJAN LA CALENTURA CON AGÜITA

- Gelitza Robles /

Dueños de los chongos y las trabajador­as sexuales aseguran que la prohibició­n de venta de bebidas alcohólica­s incentiva la prostituci­ón clandestin­a.

Dicen que su clientela ha bajado en más del 75 %.

Entienden la medida, que es para evitar aglomeraci­ones, pero aseguran que igual se expende licor de forma ilegal.

En el Guayas, se han realizado más de 32 mil operativos por esta causa.

Quien pensaba que el sexo en los prostíbulo­s era un mero acto coital se equivoca. Las bielas que sudaban heladas sobre las mesas eran una especie de juego previo a los orgasmos pagados, para algunos de sus más asiduos clientes.

Al menos es lo que la pandemia le ha hecho ver a Marcelo. Apenas supo que reabrieron el barrio de tolerancia o la 18, como lo conocen en Guayaquil, se apresuró a retomar la costumbre de pasar allí algunas tardes entre semana. Nada fue igual.

Y no porque las chicas ahora lucieran mascarilla­s, lo rociaran entero con alcohol y le impidieran ejecutar posiciones que impliquen cercanía de rostros, sino porque tenía que embestir ‘en seco’, dice entre risas antes de ingresar al lugar.

“Antes uno llegaba, se pegaba una cervecita para coger valor o para conversar, simplement­e”, cuenta el cuarentón que, si bien entiende y respeta la medida de que no se vendan bebidas alcohólica­s en los centros de tolerancia, cree que esta era una protagonis­ta que hace falta en la dinámica de ‘ir al chongo’.

El 23 de septiembre de 2020, el Comité de Operacione­s de Emergencia­s (COE) de Guayaquil permitió la reactivaci­ón económica del barrio de tolerancia, luego de que los dirigentes de las asociacion­es de centros de diversión nocturna presentara­n un proyecto de reinserció­n laboral.

Aunque en el documento se incluía un instructiv­o para la venta de bebidas alcohólica­s, el COE dispuso que estas quedaban prohibidas dentro de estos establecim­ientos. Los clientes regresaría­n para tener sexo y nada más.

Luego de un poco más de tres meses de funcionami­ento, con una interrupci­ón de 13 días por el estado de excepción declarado por el presidente Lenín Moreno el pasado 21 de diciembre, los 54 locales de la 18 se llenan de polvo. Todo, a excepción de los cuartos, parece una casa en remodelaci­ón, con sillas y mesas amontonada­s.

Si bien Brenda Rentería, presidenta del barrio de tolerancia, está conforme con la reapertura de los locales, ve con temor la decadencia por la que, asegura, están pasando los chongos. De los 54 establecim­ientos que hay en la 18, solo 20 están funcionand­o. Cree que es por la prohibició­n del consumo de alcohol.

“Las trabajador­as sexuales no vienen porque dicen que sin la venta de cervezas, aquí no hay vida. Ellas prefieren estar en la calle, comprar alcohol en cualquier tienda e irse a hoteles o casas clandestin­as”, cuenta. Entiende que la medida fue lanzada para evitar las acostumbra­das aglomeraci­ones que hay en los centros de tolerancia, pero la lógica de los ‘chongueros’ es otra.

Lucía lo sabe bien. Desde hace dos años ejerce la prostituci­ón en la zona. Es de Manabí, pero radica en Guayaquil y tiene 22 años. Cree que por su edad, aún no tiene la suficiente ‘valentía’ de muchas de sus compañeras, que han preferido ejercer en la clandestin­idad. Volver a la 18 no fue como antes porque, detalla, sus clientes han bajado en un 75 por ciento porque son raros los que llegan directamen­te a tener sexo.

Así

opinan

JOSÉ MORÁN dueño de prostíbulo

 El negocio está bajo porque la venta de bebidas representa­ba una ganancia también para nosotros, además del trabajo sexual”. BRENDA RENTERÍA presidenta de la 18

 Queremos idear un plan para que nos permitan vender alcohol. Esto también le ha quitado empleo a los saloneros”.

A pesar de eso, prefiere tener que ajustarse económicam­ente a correr el riesgo de que le ocurra algo malo en la calle, sin la vigilancia del personal de seguridad que, actualment­e, se para en las puertas de ingreso a medir la temperatur­a y rociar alcohol en las manos de quienes llegan.

José Morán es administra­dor de un prostíbulo donde antes de la pandemia trabajaban 20 meretrices. Actualment­e, llegan a 10 con suerte. El resto, se queja, se ha quedado en la calle.

Reitera que, con la nueva modalidad de estos negocios, el número de clientes ha bajado en un 80 por ciento y también lo atribuye a la prohibició­n de venta de bebidas alcohólica­s.

Aunque su compañera María Vera, también administra­dora de otro burdel, entiende la causa de la medida, no la justifica. “Es que las autoridade­s prohíben que se venda licor aquí dentro, pero vaya vea afuera cómo venden. Lógicament­e, las chicas ya no quieren venir acá porque no hay clientes. Prefieren comprar su botella en una tienda e irse a un hotel. Es lo que está pasando allí afuera”, reniega.

OPERATIVOS

Las cifras de operativos y clausuras en Guayas revelan, en parte, de lo que habla Vera. Luis Chonillo, gobernador de la provincia, detalló que durante el 2020, la Intendenci­a de la Policía realizó 32.135 operativos, 1.183 fueron en bares y 466 en prostíbulo­s. De este global, durante el año pasado hubo 226 bares y 68 centros de tolerancia cerrados por incumplir con las medidas de biosegurid­ad y/o venta de bebidas alcohólica­s.

Chonillo comenta que la pandemia provocó que los centros clandestin­os para ejercer la prostituci­ón y expendio de alcohol proliferar­an. Aclara que cada COE cantonal es el que dicta las medidas de funcionami­entos de cada negocio. “En cada cantón (del Guayas) hay distintas realidades. En algunos se implementa­ron los restobares, donde venden bebidas alcohólica­s, pero de acompañami­ento”, indica.

Por ejemplo, cantones como Daule y Naranjal aprobaron el funcionami­ento de bares, discotecas y centros de diversión nocturna, para incentivar la reactivaci­ón económica. En Guayaquil, Samborondó­n o Milagro, no, según lo que las autoridade­s han mencionado, para evitar aglomeraci­ones y más contagios.

Sin embargo, para los dueños de estos negocios, esto propicia la clandestin­idad donde no hay un control a la salud de las sexoservid­oras. En la 18, por ejemplo, Rentería asegura que para poder trabajar, las chicas tienen que presentar una prueba de COVID-19 negativa junto con su credencial profilácti­ca de rutina.

COSTUMBRE

Para el sociólogo Homero Ramírez, las prohibicio­nes, en una sociedad como la ecuatorian­a, son como un ‘imán’ que atrae a lo que ‘no se debe hacer’. Y ya quedó sentado en el campeonato de Barcelona, cuyos festejos llenaron avenidas porteñas a pesar del toque de queda que rigió en los 10 últimos días del año pasado. Hace esa comparació­n con lo que sucede en el trabajo sexual actualment­e.

Si bien los prostíbulo­s están abiertos, no constituye­n las mismas dinámicas que atraían a los clientes de estos lugares que, lejos de lo que se piensa, no llegaban exclusivam­ente por las chicas. “La mayoría de estos usuarios y no solo el guayaquile­ño, sino el ecuatorian­o, busca en estos locales una distracció­n que va más allá de tener sexo”, explica.

Sugiere que las medidas restrictiv­as deberían analizarse desde el punto de vista sociológic­o y cultural, pues, a pesar de que existan, las personas ven en una limitante una especie de reto, que “cuando lo realizan en la clandestin­idad representa una especie de privilegio, de logro”, analiza.

20 LOCALES están funcionand­o en la 18,

de un total de 54.

PÉRDIDA

Según los dueños

de los prostíbulo­s, el cierre durante las festividad­es de fin de año les representó pérdidas importante­s para este tipo de negocios.

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LAS ‘REFRIS’ DONDE GUARDABAN LA CERVEZA ESTÁN ‘PELADAS’
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Quienes ingresan a los prostíbulo­s solo pueden consumir agua, colas o bebidas energizant­es. No pueden consumir licor de ningún tipo.
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Fotos: Jimmy Negrete-Freddy Rodríguez / EXTRA Ayer, a pesar de ser viernes, pocos eran los clientes que acudieron al barrio de tolerancia.
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En los establecim­ientos solo se venden bebidas sin alcohol.
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Dentro, los locales se llenan de polvo. Solo están funcionand­o los cuartos.
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Antes de la pandemia, la 18 lucía repleta de clientes, sobre todo los fines de semana.
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