¡SU GRAN ERROR, no guardar agua!
EL MAR NO LOS QUIERE. Al menos para morir en él, no. Sentado ante la mesa y con una sopita de gallina bien calientita, en la tranquilidad de su casa y después de 13 días de haber estado perdido en la inmensidad del océano, Teófilo Clemente tiene claro que su suerte y la de sus panas Walter Simón Mendoza y Kelvin Vélez no es dejar sus vidas en las aguas.
Los tres son sobrevivientes de una rara combinación: la inseguridad y el exceso de confianza.
Amigos y compañeros de pesca, los tres son hoy algo más: hermanos de la vida. Lo pueden contar después de haber sido rescatados lejos, lejísimos, cerca de Esmeraldas. Quemados por el sol, con hambre, con sed... pero aún con fe.
Por esas cosas de la vida debieron estar juntos en Nochebuena, Navidad, fin de año y hasta recibieron juntos el nuevo 2021. Pero no fue como lo hubiesen querido. No. Jamás.
Teófilo, Walter y Kelvin habían salido a pescar el 21 de diciembre de 2020 en la lancha Cristofer Nain, desde la rada del puerto de Santa Rosa, en Salinas. Tenían la idea de regresar a casa el 24 para celebrar la Navidad con los suyos, pero unos piratas del mar lo echaron a perder todo.
Después de dos días (el 23) y con una gran cantidad de dorados en el bote se aprestaban a retornar al puerto. Estaban a unas 35 millas de la costa cuando fueron sorprendidos por los delincuentes. No les dieron chance a nada.
Para crear miedo, los pillos dispararon al aire. Ya sometidos les quitaron los dos motores de la lancha, redes y el equipo de comunicación. Y ahí los dejaron botados. Clemente, Mendoza y Vélez nunca imaginaron que desde ese momento empezaba la más terrible historia de sus vidas.
CONFIADOS
Ya a la deriva, como la embarcación estaba relativamente cerca, pensaron que en cualquier momento alguna lancha de sus compañeros pasaría por el lugar y los traería a remolque, como ha ocurrido en otras ocasiones.
Pero los días pasaron y nada. Por todos lados, solo mar. Y el viento hizo lo suyo y se los llevó sin rumbo. “Ni lanchas ni barcos vimos cerca”, cuenta hoy Teófilo Clemente, a quien todos llaman, simplemente, Chompero.
Walter Simón Mendoza, a quien conocen como Chavito, relata que al segundo día empezaron a racionar la comida y el agua, alimentos que les duraron hasta el séptimo día. Desde entonces no comieron nada.
“Tomamos agua de mar que mezclaba con salsa de tomate y azúcar; como sabía feo, solo mojábamos los labios”, comenta afligido. Entre ellos se daban fuerza para poder resistir a la adversidad.
Kelvin Vélez, a quien le dicen el Barbón, hace un sencillo análisis que es como un mea culpa. “Nos confiamos”, asegura, mientras cuenta que al pensar que serían rescatados pronto su prioridad, en principio, fue salvar la pesca (que igual terminaron perdiendo).
“Consumimos todo el hielo poniéndolo a los dorados para que no se dañen y no los dejamos como reserva para agua. Eso fue un error de nuestra parte”, admite Vélez con resignación.
Una pequeña brisa con lluvia les regaló algo de agua dulce, que al caer en el bote se mezcló con la tinta de calamar, cuentan. A quien le causó mayor daño el consumo de esto es a Teófilo, quien actualmente registra problemas (dolores) en sus piernas.
PESCADORES cuentan cómo sobrevivieron a la deriva. La comida solo les duró 7 días. Bebieron agua de mar, que la mezclaron con salsa de tomate y azúcar.
CLEMENTE Y MENDOZA ya han tenido percances similares. El primero estuvo desaparecido en el mar 11 días y fue rescatado por un barco en septiembre del 2018, mientras que su compañero se perdió una semana en el 2016.