Diario Extra

“Parece que ME VIGILAN”

Marcelo Cuesta, el restaurado­r de obras de artistas importante­s, cuenta que algunas esculturas le han dado uno que otro susto. Al parecer, son formas de agradecerl­e por no dejarlas morir.

- Kátherin Heredia R.

Místicas y reales. De mirada penetrante. Así lucen las esculturas del siglo XVIII, propias de la Escuela quiteña. Muchas de ellas reposan en el taller de Marcelo Cuesta, situado en el barrio La Tola, centro de Quito.

Desde hace dos décadas, el hombre, de 40 años, trabaja como restaurado­r de obras de arte. A pesar de sentirse protegido por vírgenes, cristos, santos y arcángeles que llegan a sus manos a diario, aún no se acostumbra a los sustos y sorpresas que estas estatuas le dan de vez en cuando.

“Muchas aparentan estar con vida. Parece que me vigilaran mientras las trabajo. A veces siento que me quedan viendo (...) y la sangre y llagas en los cristos son tan reales, es por la técnica del encarnado, propia de ese tiempo”, detalla.

Cuenta que hace un par de años tuvo la primera manifestac­ión extraña en su taller. Quien le hizo ‘la jugada’ fue una Virgen del Calvario, a quien acababa de restaurar. Al parecer, quiso agradecerl­e por la labor cumplida.

“La iba a entregar a su dueño, pero la dejé sentada un momento con los brazos cruzados, sobre un mueble, mientras me ocupaba en algo más por unos minutos. Al volver por ella estaba sentada en otra posición y con sus brazos caídos. Fue raro porque estábamos solos”, dice.

Pero el realismo de las esculturas no solo ha logrado intimidar a uno que otro visitante, sino también a los pillos, quienes, al parecer, por temor divino jamás han intentado robar el negocio del maestro.

“Los delincuent­es siempre que pasan por aquí se santiguan. En ocasiones me piden permiso para entrar a rezarle al Arcángel Miguel o a otro santo. Le piden siempre que les proteja... Que la Policía no los coja. Que no salgan malheridos. También piden por sus familias en caso de que caigan presos”, añade el escultor.

La fe es la mayor arma que tienen los fieles para protegerse de la delincuenc­ia y fuerzas oscuras. Según Cuesta, las esculturas de niños divinos están entre las más buscadas por los quiteños creyentes.

“Los clientes me cuentan que ellos les cuidan mucho. La casa de una señora se incendió, casi por completo, pero justo en la habitación donde estaba el niño (Jesús) no hubo muchos daños. A la escultura apenas le quemó el brazo. Ellos cuidan su espacio, en especial”, menciona.

CON LOS ‘DUROS’ DEL ARTE

Marcelo Cuesta comenta que por sus manos han pasado obras patrimonia­les de grandes artistas ecuatorian­os, expertos en pintura y escultura. “Para mí fue un honor restaurar las obras de maestros de la historia de Quito, como Antonio Salas, Pampite, Manuel Chili Caspicara, Miguel de Santiago, entre otros. Me ha enriquecid­o como persona y profesiona­l”, mencionó.

Pero en el ámbito arquitectó­nico, también ha tenido participac­ión. Principalm­ente en iglesias coloniales de la capital. En la de San Blas y El Tejar estuvo a cargo de la restauraci­ón del pan de oro de las naves principale­s. Asimismo de la elaboració­n de un nuevo Corazón de Jesús y otros santos para las mismas capillas.

Cada mes realiza 40 restauraci­ones. De estas, 10 pertenecen a obras de la Escuela quiteña, y el resto son piezas menores de fieles que conservan esculturas de más de 100 años.

“Con mi trabajo busco recuperar el patrimonio de Quito, para mantener viva la cultura. Quiero rescatar los valores de nuestros ancestros. Devolver la vida a las obras que están deteriorad­as o a aquellas que han tenido un accidente”, finalizó.

PILAS

CON ESTO

Secreto

La vejiga de borrego fue una de las técnicas más utilizadas para dar más realismo a manos y rostros de las estatuas. Esto ayuda para que no queden imperfecci­ones en dichas zonas.

EL DATO

En el convento de San Francisco funcionó la Escuela quiteña. Las obras de aquella época se conservan en iglesias, catedrales y universida­des de la capital.

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Marcelo Cuesta trabaja desde hace dos décadas como restaurado­r de las obras quiteñas.
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Su taller está lleno de esculturas, grandes y chicas, que requieren una `manita de gato'.
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Fotos: Gustavo Guamán / EXTRA Con muchísima habilidad, el hombre hace su trabajo de manera que parece que las figuras cobraran vida.

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