¡QUIEREN VIVIR EN PAZ!
Los habitantes de esta zona rural también piden que saquen a las organizaciones delincuenciales que llegaron a armar relajo. Temen que el sector se vuelva violento, aunque los robos ya son cotidianos.
Bellavista es un barrio ubicado en el este de Santo Domingo de los Tsáchilas, conocido por albergar el Centro de Rehabilitación Social (CRS). Es una zona rural con muchas necesidades, que aumentaron luego de la violencia suscitada desde la madrugada del lunes 9 de mayo dentro del centro penitenciario.
Esta semana, los familiares de los reos, que llegaron desde varios puntos del país, rogaban para que trasladaran de allí a Los Lobos, banda delincuencial que ocasionó un enfrentamiento con una de sus subdivisiones, los R7, y que se cobró 44 vidas. Los vecinos piden lo mismo.
“Antes no pasaban estas cosas, han traído a ese señor Anchundia (líder de R7) y aquí empezó la violencia”, dijo Narcisa García, una de las moradoras.
Allí, donde se puede observar caballos deambulando por la vía y gallinas paseando entre los patrulleros policiales, la poca paz que tenían se ha terminado, o al menos esa es la percepción de los vecinos.
Lo confirman las cifras de muertes violentas en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, aunque según el coronel Jaime Salazar, comandante de Policía, solo hay seis casos más con respecto al año pasado. “Comparando las cifras de provincias como Guayas o Manabí, es una zona tranquila”, agregó.
Narcisa y su esposo no escucharon la balacera ni los gritos, pero sí tuvo que cerrar su casa “por si a alguno de los prófugos se le ocurría meterse”. Afortunadamente no sucedió.
Según el Ministerio del Interior se escaparon 220 reos, de los cuales han sido recuperados 200. Sin embargo, en las cifras de la comandancia de la provincia constaban 246 recapturados.
La mujer de la tercera edad ha aprovechado la afluencia de gente de los últimos días para vender jugo de caña, cultivo predominante.
Aunque se llevó un susto cuando encontraron explosivos en la base del puente de la zona. “Debieron ser los presos, no creo que un vecino lo haya hecho”.
Por ahora se siente segura porque la presencia policial y militar aumentó. De hecho, dos vehículos policiales están en la puerta de su casa y los gendarmes “hasta le han hecho el gastito”.
El movimiento comercial se desarrolla alrededor de la prisión. Se leen letreros como “Se aceptan encargos”. Una de las dependientes explicó que “como les revisan hasta el estómago, deben dejar algunas pertenencias”. Ella no quiso identificarse.
Las tiendas tienen rejas, algunas están abiertas y otras ‘selladas’ con grandes candados que no dejarían pasar ni al más hábil.
VOLVER A LA NORMALIDAD
Ese lunes todo era incertidumbre. Los moradores escucharon las sirenas de las ambulancias y los patrulleros. Los uniformados les pidieron que el resto de la tarde ya no salieran. “Sí se veía gente no conocida en los alrededores. Algunos estaban atemorizados”, comentó David Zambrano, morador de la zona.
La incertidumbre de no saber qué mismo pasaba hizo que muchos vecinos del barrio Cristo Vive, que está junto a Bellavista, tampoco salieran. “También se llenó de familiares que estaban enojados por lo sucedido”, agregó Zambrano.
Temían que haya desmanes al enfrentarse con los gendarmes, aunque algunos han aprovechado para vender gaseosas, aguas y comida.
Expectativas diferentes entre vecinos, porque mientras unos lo ven como una oportunidad de negocio, otros solo quieren volver a la normalidad. “Yo soy reciclador y en general es una zona tranquila. Solo queremos que todo vuelva a ser como antes”, comentó el morador.
Sin embargo, para Narcisa, este no es un escenario muy próximo. “Quizá no sea la primera vez y con la presencia de bandas ya uno duda”.
INSEGURIDAD
A pesar de que aspiran a una normalidad sin reos fugados ni matanzas a unos cuantos metros de distancia, los vecinos contaron que sí existen robos.
Allí existe un servicio de motos, ya que no hay bus para ese barrio. Los llaman los fleteros. Estos nueve hombres llevan pasajeros de la entrada de Cristo Vive hasta el CRS por 75 centavos. Son dos kilómetros de recorrido que los familiares de los reos deben recorrer en los días de visita.
“No hay iluminación, por eso en la noche es peligroso por los robos”, indicó Cristian Muñoz, uno de los fleteros.
A sus compañeros ya les han quitado sus herramientas de trabajo. “Uno de ellos la recuperó luego de un año”, relató.
Es que los pillos aprovechan los matorrales de la calle que conduce a la prisión para sorprender a sus víctimas. “Ahora nomás que la policía anda tanto por aquí, deberían preocuparse por los alrededores también”, pidió el motociclista.
Algunos habitantes prefirieron esconderse de las cámaras. “Yo le contaría, pero acá es peligroso”, dijo una mujer detrás de las rejas de su tienda.
Temía alguna represalia. “Solo le puedo decir que aquí sí se mueve la mafia”, reveló y caminó hacia la trastienda.
Antes de la pandemia había buses, pero como la vía está muy dañada ya no vienen. Si no hay motos, toca caminar”.
NARCISA GARCÍA, habitante del sector
Es comprensible que haya sensación de inseguridad en una zona aledaña a una cárcel, pero no hemos tenido reportes de delitos”.
JAIME SALAZAR,
comandante de Santo Domingo de los Tsáchilas
Esperamos que ya todo vuelva a la normalidad. No queremos que se repitan actos violentos como los de esta semana”. DAVID ZAMBRANO, morador de la zona