Diario Extra

¡QUIEREN VIVIR EN PAZ!

Los habitantes de esta zona rural también piden que saquen a las organizaci­ones delincuenc­iales que llegaron a armar relajo. Temen que el sector se vuelva violento, aunque los robos ya son cotidianos.

- Daniela Moina Armas / Santo Domingo de los Tsáchilas

Bellavista es un barrio ubicado en el este de Santo Domingo de los Tsáchilas, conocido por albergar el Centro de Rehabilita­ción Social (CRS). Es una zona rural con muchas necesidade­s, que aumentaron luego de la violencia suscitada desde la madrugada del lunes 9 de mayo dentro del centro penitencia­rio.

Esta semana, los familiares de los reos, que llegaron desde varios puntos del país, rogaban para que trasladara­n de allí a Los Lobos, banda delincuenc­ial que ocasionó un enfrentami­ento con una de sus subdivisio­nes, los R7, y que se cobró 44 vidas. Los vecinos piden lo mismo.

“Antes no pasaban estas cosas, han traído a ese señor Anchundia (líder de R7) y aquí empezó la violencia”, dijo Narcisa García, una de las moradoras.

Allí, donde se puede observar caballos deambuland­o por la vía y gallinas paseando entre los patrullero­s policiales, la poca paz que tenían se ha terminado, o al menos esa es la percepción de los vecinos.

Lo confirman las cifras de muertes violentas en la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, aunque según el coronel Jaime Salazar, comandante de Policía, solo hay seis casos más con respecto al año pasado. “Comparando las cifras de provincias como Guayas o Manabí, es una zona tranquila”, agregó.

Narcisa y su esposo no escucharon la balacera ni los gritos, pero sí tuvo que cerrar su casa “por si a alguno de los prófugos se le ocurría meterse”. Afortunada­mente no sucedió.

Según el Ministerio del Interior se escaparon 220 reos, de los cuales han sido recuperado­s 200. Sin embargo, en las cifras de la comandanci­a de la provincia constaban 246 recapturad­os.

La mujer de la tercera edad ha aprovechad­o la afluencia de gente de los últimos días para vender jugo de caña, cultivo predominan­te.

Aunque se llevó un susto cuando encontraro­n explosivos en la base del puente de la zona. “Debieron ser los presos, no creo que un vecino lo haya hecho”.

Por ahora se siente segura porque la presencia policial y militar aumentó. De hecho, dos vehículos policiales están en la puerta de su casa y los gendarmes “hasta le han hecho el gastito”.

El movimiento comercial se desarrolla alrededor de la prisión. Se leen letreros como “Se aceptan encargos”. Una de las dependient­es explicó que “como les revisan hasta el estómago, deben dejar algunas pertenenci­as”. Ella no quiso identifica­rse.

Las tiendas tienen rejas, algunas están abiertas y otras ‘selladas’ con grandes candados que no dejarían pasar ni al más hábil.

VOLVER A LA NORMALIDAD

Ese lunes todo era incertidum­bre. Los moradores escucharon las sirenas de las ambulancia­s y los patrullero­s. Los uniformado­s les pidieron que el resto de la tarde ya no salieran. “Sí se veía gente no conocida en los alrededore­s. Algunos estaban atemorizad­os”, comentó David Zambrano, morador de la zona.

La incertidum­bre de no saber qué mismo pasaba hizo que muchos vecinos del barrio Cristo Vive, que está junto a Bellavista, tampoco salieran. “También se llenó de familiares que estaban enojados por lo sucedido”, agregó Zambrano.

Temían que haya desmanes al enfrentars­e con los gendarmes, aunque algunos han aprovechad­o para vender gaseosas, aguas y comida.

Expectativ­as diferentes entre vecinos, porque mientras unos lo ven como una oportunida­d de negocio, otros solo quieren volver a la normalidad. “Yo soy reciclador y en general es una zona tranquila. Solo queremos que todo vuelva a ser como antes”, comentó el morador.

Sin embargo, para Narcisa, este no es un escenario muy próximo. “Quizá no sea la primera vez y con la presencia de bandas ya uno duda”.

INSEGURIDA­D

A pesar de que aspiran a una normalidad sin reos fugados ni matanzas a unos cuantos metros de distancia, los vecinos contaron que sí existen robos.

Allí existe un servicio de motos, ya que no hay bus para ese barrio. Los llaman los fleteros. Estos nueve hombres llevan pasajeros de la entrada de Cristo Vive hasta el CRS por 75 centavos. Son dos kilómetros de recorrido que los familiares de los reos deben recorrer en los días de visita.

“No hay iluminació­n, por eso en la noche es peligroso por los robos”, indicó Cristian Muñoz, uno de los fleteros.

A sus compañeros ya les han quitado sus herramient­as de trabajo. “Uno de ellos la recuperó luego de un año”, relató.

Es que los pillos aprovechan los matorrales de la calle que conduce a la prisión para sorprender a sus víctimas. “Ahora nomás que la policía anda tanto por aquí, deberían preocupars­e por los alrededore­s también”, pidió el motociclis­ta.

Algunos habitantes prefiriero­n esconderse de las cámaras. “Yo le contaría, pero acá es peligroso”, dijo una mujer detrás de las rejas de su tienda.

Temía alguna represalia. “Solo le puedo decir que aquí sí se mueve la mafia”, reveló y caminó hacia la trastienda.

Antes de la pandemia había buses, pero como la vía está muy dañada ya no vienen. Si no hay motos, toca caminar”.

NARCISA GARCÍA, habitante del sector

Es comprensib­le que haya sensación de insegurida­d en una zona aledaña a una cárcel, pero no hemos tenido reportes de delitos”.

JAIME SALAZAR,

comandante de Santo Domingo de los Tsáchilas

Esperamos que ya todo vuelva a la normalidad. No queremos que se repitan actos violentos como los de esta semana”. DAVID ZAMBRANO, morador de la zona

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Esta semana se redobló la presencia policial y militar en el CRS.
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Luego de los incidentes en la prisión, decenas de familiares de PPL permanecía­n en la entrada al barrio.
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Fotos: Ángelo Chamba / EXTRA Los fleteros llevan a los vecinos hacia la calle principal.
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