Diario Extra

Despierta con recelo Y ‘APETITO’

DESDE HACE seis meses, la zona rosa de Quitumbe ha empezado a reactivars­e, pero también han despuntado la delincuenc­ia y la mendicidad. EXTRA recorrió este sector, que guarda una historia relacionad­a con los incas.

- Kátherin Heredia R. /

YULEXI VÁSQUEZ hurga en su memoria y recuerda lo que era, hace 10 años, la avenida Cóndor Ñan, en el sur de Quito. Comercial, farrera, movida, noctámbula. La zona rosa de este sector de la capital. Con la pandemia, esa realidad cambió. Pasó de ser el punto neurálgico de la diversión a un lugar prácticame­nte muerto.

Los 100 mil visitantes que recibía los viernes y fines de semana se extinguier­on, así como cerca de 20 negocios. No todos, claro. Unos soportaron la crisis. Se reinventar­on. Y gracias a ellos, esta zona, que se había convertido en un ‘cementerio’, lleva ya unos seis meses en escalada hacia la reactivaci­ón.

Pero no todo es color rosa. Con el despunte del comercio y la farra también han aumentado la delincuenc­ia y la mendicidad, según los moradores. EXTRA recorrió este sector para conocer su historia y, por supuesto, palpar la ‘movida’.

Quitumbe, parroquia a la que pertenece esta avenida, fue hace mil años un asentamien­to inca, colonizado por uno de los hijos de Tumbe: Quitumbe Ñan. Y ahora, en honor a él, una de las cinco transversa­les de la zona lleva su nombre. Las otras cuatro (Huaira, Llira Ñan, Amauta y Otoya Ñan) también hacen referencia a héroes míticos de aquella época.

Según la historia, antes de la llegada de los españoles este héroe civilizó y fundó pueblos, entre ellos Quito, y lo que hoy es la avenida Cóndor Ñan, que ahora alberga a más de 40 mil habitantes, distribuid­os en conjuntos habitacion­ales y casas independie­ntes.

Ocho cuadras la conforman. Pero solo a lo largo de cuatro (687 metros) se asienta la ‘zona rosa’. Esta se conecta con dos avenidas de similar importanci­a. Al este, con la Pedro Vicente Maldonado. Al oeste, con la Mariscal Antonio José de Sucre y la terminal terrestre de Quitumbe, principal estación de autobuses de transporte interprovi­ncial. Y al norte, con la Plataforma Gubernamen­tal y el centro comercial Quicentro Sur.

REINICIO LENTO

Hace frío: 12 grados centígrado­s. Viernes, 20:00. Cobran vida restaurant­es de comida americana, venezolana, ecuatorian­a, bares, discotecas, hoteles y también estéticas, que se asientan dispersos en este sitio.

Pero la hilera de luces no es continua. Se entrecorta con los locales abandonado­s.

Entre esa oscuridad se destaca el negocio de Yulexi, un local de comida americana y bebidas ecuatorian­as. Lo abrió hace seis meses para levantarse económicam­ente, después de haber sido víctima de estafa (10 mil dólares invertidos en pirámides). Y también para no caer en depresión.

La creativida­d en la preparació­n y presentaci­ón de los alimentos ha hecho de su negocio uno de los más concurrido­s. Viernes y fines de semana vende hasta 150 platos. Y más de 180 micheladas.

Algo parecido pasa en La Casa del Pan, un restaurant­e venezolano. Empezó hace tres meses y ya es todo un éxito. Así lo afirma su propietari­o, quien atareado por la clientela suelta que vende hasta 40 ‘pepitos’ en una noche (tortilla gigante de maíz, rellena de media libra de carne molida y otras guarnicion­es) y más de 20 hamburgues­as.

Pero la especialid­ad son los primeros. Miden 30 centímetro­s, dice Moisés Castañeda, un asiduo comensal que da fe de la energía que le provee este producto para

aguantar su trabajo nocturno como guardia de seguridad.

Mientras que 100 metros más hacia el este, al pie de un semáforo, un grupo de jóvenes, de entre 19 y 23 años, discuten si entran a una de las siete discotecas que soportaron la pandemia.

LA INSEGURIDA­D

En el otro costado, un hombre con un niño en brazos recorre la hilera de carros que se apuestan sobre la avenida Llira Ñan. Pide caridad. Cojea. Y sobre el parterre, le espera una mujer con cuatro menores de edad más. ¡Aparece la mendicidad!

Esta también es parte del escenario. En menor grado que la delincuenc­ia, afirma el mayor Patricio Ochoa, jefe de operacione­s de la zona, quien corrobora la versión de Mónica Granja, una vendedora informal de pinchos.

Ella cuenta que desde las 22:00 el robo de celulares se intensific­a. En moto o a pie cometen sus fechorías los bandidos. Aunque en la mayoría de casos, “se paran y amenazan a las víctimas”.

Las cifras de la Policía indican que en lo que va del año, solo en esta avenida se han reportado 13 delitos (6 robos a mano armada), el 70 % con armas blancas y el porcentaje restante con armas de fuego.

Hasta mayo de este año, las autoridade­s ejecutaron 438 operativos. Decomisaro­n 73 armas blancas y 3 de fuego. Desarticul­aron una organizaci­ón criminal dedicada al robo de domicilios, que también es otro delito recurrente, según Ochoa. En estos cinco meses fueron capturadas 36 personas.

En relación con el 2021, hubo un incremento notable del delito. Entre 12 y 14 eventos más, agrega el uniformado. Para él, esto no se relaciona con la reactivaci­ón económica de la zona, sino más bien con el consumo desmedido de licor y la afluencia en bares, discotecas y restaurant­es.

“Viernes y fines de semana es una zona conflictiv­a. La población flotante que nuevamente está llegando se suma a estos eventos. Y para brindar seguridad estamos activos con operativos continuos”, añade el mayor.

22:00. El movimiento comercial baja. Y la fiesta se enciende en las discotecas. Quedan pocas, pero las suficiente­s para recibir a la gente que las visita, cuentan los administra­dores. Unas se asientan en una planta, de hasta 100 metros cuadrados. Otras llegan a los 200. Tienen tres pisos. Cuatro pistas de baile y promocione­s, como “una cerveza de cortesía” o “mujeres entran gratis”. Todo es válido para recuperar clientes... ¡como sea!

Según la Cámara de Comercio de Quito, las pérdidas económicas que enfrentaro­n los sectores productivo­s de la ciudad, entre ellos los centros de diversión nocturna, ascienden a más de 7 mil millones de dólares. Y se eliminaron 100 mil empleos formales. Este sector fue el último en reactivars­e. Pero pese a esto, los sobrevivie­ntes regresaron. Unos aún mantienen los protocolos de biosegurid­ad, otros ya los olvidaron.

Roxana Rivas es propietari­a de una ‘disco’ de la zona. Atiende hasta las 02:30. Y acoge hasta 500 personas cada noche. El servicio y buen trago ya no fueron suficiente­s para captar clientes. Ahora su plus es un parqueader­o. Lo construyó en un terreno contiguo, antes de la pandemia. Y recién lo abrió. Porque esta es otra debilidad que tiene la zona: “no hay sitios para estacionar­se”.

Ella y decenas de comerciant­es más solo guardan la esperanza de ser visitados, por propios y foráneos. De reactivars­e productiva­mente. De seguir vivos económicam­ente. Y volver a ser lo que un día fueron: la ‘zona rosa’ del extremo sur de Quito. Una que late, pero bajito.

PILAS CON ESTO

▮ Farra

Los habitantes del sur de la capital optan por visitar esta zona, sobre todo los fines de semana, para divertirse.

▮ Mendicidad

Hay personas que piden caridad a quienes llegan a comer, a pasear...

▮ Ofertas

Se abrieron locales con ofertas y menús variados, a lo largo de la calle.

PARQUEADER­OS Las veredas y estacionam­ientos de visitas de los conjuntos habitacion­ales son utilizados para dejar los vehículos.

SEGURIDAD Las cuatro cuadras de la ‘zona rosa’ están monitoread­as por cámaras privadas de los conjuntos habitacion­ales. Pese a esto, los robos no cesan, según los vecinos.

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 ?? ?? Los locales de comida son los más visitados por quienes recorren la zona.
Los locales de comida son los más visitados por quienes recorren la zona.
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Los viernes y fines de semana llega más gente a divertirse.
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La farra se encendió con la relajación de medidas.
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De a poco, los centros de entretenim­iento se reactivan.
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La oferta de cocteles es variada en los locales.
 ?? ?? Hay personas que piden dinero en las calles. Muchas están con niños.
Hay personas que piden dinero en las calles. Muchas están con niños.

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