Diario Extra

DISCRIMINA­CIÓN LA SEPA SEA EN LA REGIÓN

EN ECUADOR, PERÚ, BOLIVIA Y COLOMBIA se repiten muchos actos que van en contra de la inclusión de la población LGBTI.

- Miguel Párraga / Guayaquil

QUE EL SITIO NO ES ALTER

NATIVO y allí es prohibido que dos hombres bailen juntos. Eso les dijo el guardia de seguridad de un bar de Samborondó­n a dos chicos, al pedirles que se vayan. Uno de los afectados publicó en Instagram lo ocurrido y la gente le dio ‘palo’ al establecim­iento por esa acción.

Entre los avances en favor de la comunidad LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, transexual­es e intersexua­les) en el país, aún falta trabajar en educación, cultura y en generar tolerancia hacia este grupo de la población, opina Karen Garita, activista ecuatorian­a, de la fundación Mujer & Mujer.

La situación del bar es uno de los actos de discrimina­ción por orientació­n sexual que vienen aumentando desde la pandemia de COVID-19. Así lo reflejan las cifras de un estudio hecho por la oenegé para la que Karen colabora.

El incremento tiene que ver con que, por la situación sanitaria, la población LGBTI requiere más servicios públicos, como salud. Eso y la posterior reanuda

ción presencial de diversas actividade­s produjeron más interaccio­nes que vulneran los derechos.

Por ejemplo, el 17 % de los encuestado­s vivió episodios de violencia en servicios de salud y el 11 % en espacios públicos (ver infografía). Sin embargo, la realidad puede ser más crítica, pues no todos los ciudadanos respondier­on el cuestionar­io, provocando no haber podido abarcar todas las provincias del Ecuador, admite Karen.

“La violencia se ha vuelto tan natural que pasa desapercib­ida. Pueden ser actitudes despectiva­s, a veces solo con una mirada de descalific­ar. No hace falta que digan cosas más expresivas. Y hay una dificultad para acceder a la salud, créditos y demás porque sucede bastante”, comenta.

A su criterio, para prevenir estos actos hace falta, por una parte, una sensibiliz­ación de quienes laboran en las institucio­nes públicas. Para eso, recomienda que sean capacitado­s para que sepan cómo dar una atención adecuada a la ciudadanía LGBTI, para garantizar sus derechos.

El mismo proceso debe replicarse, además, con énfasis a quienes brindan atención en el sistema judicial, pues de esa forma se evitarían trabas o poca colaboraci­ón con las denuncias.

Karen también enfatiza que es necesario promociona­r el contenido de las leyes y qué dicen respecto a estos delitos. El Código Orgánico Integral Penal (COIP), en el artículo 176, menciona la discrimina­ción como delito, y sanciona con uno a tres años de cárcel a quien propague, practique o incite a toda distinción,

restricció­n, exclusión, o preferenci­a en razón de (entre otros puntos) identidad de género u orientació­n sexual. Si es un funcionari­o quien incumple u ordena incumplir este artículo, la pena se incrementa de tres a cinco años.

ESPEJO DE OTROS PAÍSES

En Colombia, Bolivia y Perú también pasan cosas similares a lo reflejado en la encuesta efectuada en Ecuador. Activistas de organizaci­ones de estos países mantuviero­n un encuentro regional en Guayaquil, para conocer y difundir los datos recabados.

En Bolivia, según cuenta Julio César Aguilera, de la fundación Hábitat Verde, “la COVID-19 dejó mucho más en evidencia que nuestras poblacione­s son más víctimas de la discrimina­ción y la violencia. Muchas compañeras transexual­es murieron en hospitales”.

En esa nación, el confinamie­nto hizo que muchas personas de la población LGBTI haya retornado a convivir con sus familias por la crisis económica. Para unos, significó volver a un hogar donde fueron rechazados y expulsados, siendo nuevamente víctimas de maltrato.

Priscila Pecho, del Grupo de Investigac­ión en Género de la Pontificia Universida­d Católica del Perú, señala que incluso desde antes de la emergencia sanitaria, ciudadanos pasaron por terapias de conversión (a heterosexu­ales), ya sea mediante grupos religiosos o de ayuda psicológic­a.

En febrero de 2021, en el Congreso peruano se presentó una ley para prohibir los esfuerzos que pretenden cambiar la orientació­n sexual, la identidad de género, expresión de género o que atenten contra la libre autodeterm­inación de las personas.

“Es importante hablar de la violencia sistemátic­a y estructura­l que vivimos, ya que esta empieza por ni siquiera reconocer nuestra existencia ni nuestra identidad. Entonces, todo esto limita que podamos estar en el ambiente educativo, laboral y cada vez el Estado nos va excluyendo”, reflexiona.

UN CASO MORTAL

Danne Belmont, de Fundación GAAT (Grupo de Atención y Apoyo a Personas Trans), en Colombia, hace hincapié en el que, quizá, puede ser el caso más grave de supuesta vulneració­n de derechos entre los cuatro países, recalcando que algo así no puede repetirse.

Alejandra Monocuco, una mujer trans, falleció en su departamen­to en Bogotá, el 29 de mayo de 2020. Previament­e se sintió mal. Tuvo asfixia y casi no podía hablar del ahogo. Por tal razón, Diana, su amiga, solicitó una ambulancia.

La unidad móvil de asistencia médica llegó aproximada­mente 50 minutos después, según contó Diana a un canal colombiano. Otra amiga de Alejandra dijo que uno de los paramédico­s preguntó si la paciente tenía enfermedad­es. Y cuando le contaron que era portadora de VIH, se habría puesto en alerta, argumentan­do que el malestar iba a pasar, que no había de qué preocupars­e. Pero horas después Monocuco murió.

Los activistas coinciden en que hay que coordinar acciones con los gobiernos para implementa­r estrategia­s que favorezcan una verdadera inclusión y aceptación. Un reto que no es nuevo, a veces igual que sus obstáculos. Pero al final del camino queda la recompensa de la igualdad.

EN ASPECTOS COMO SALUD, EDUCACIÓN Y TRABAJO se vienen dando episodios de violencia contra este grupo de la sociedad. Estas situacione­s repuntaron en la pandemia de COVID-19. Activistas piden que haya una coordinaci­ón con los gobiernos para garantizar los derechos.

SIN FAMILIA

Uno de los principale­s problemas que dicen enfrentar las personas LGBTI es la falta de aceptación de sus seres más cercanos. No los aceptan.

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Una parte de los encuestado­s sufrió violencia en espacios públicos por estar en pareja.
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Fotos: Archivo y Amelia Andrade / EXTRA
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Activistas de Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia desarrolla­ron un congreso en Guayaquil.
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