¡RUMBA miedosa!
El caso de un joven que fue agredido por un supuesto guardia del local donde farreaba encendió las alarmas de inseguridad en ese sector.
La voz de Marlon se quiebra mientras relata la angustiosa noche que vivió junto a su esposa, tras la desaparición de su hijo Jorge, de 19 años, en La Pradera. Una fiesta se transformó en pesadilla plagada de incertidumbre, dolor y un manto de dudas sobre la seguridad de ese sector del norte de Quito.
“Jorge salió con sus amigos de la universidad a una discoteca”, recuerda. “Pensábamos que todo estaba bien, ya que manteníamos contacto con él y nos había dicho que regresaría a casa a las doce de la noche”.
Sin embargo, la tranquilidad se esfumó cuando Jorge no apareció. “Mi esposa decidió llamarlo por videollamada y Jorge no podía hablar, su mirada estaba perdida y se encontraba en un estado de total desorientación”, relata el padre.
Desesperados, se dirigieron a la discoteca. La búsqueda se vio obstaculizada por la negativa inicial de trabajadores del local a entregar las grabaciones de las cámaras de seguridad. La intervención de la Policía permitió acceder a las imágenes que podrían dar pistas sobre el paradero de Jorge.
En las grabaciones se observa cómo el joven, después de intentar pagar la cuenta en la caja, es interceptado por un supuesto guardia de seguridad, que lo empuja en el pecho y lo lleva hacia una esquina fuera del alcance de la cámara del local.
La búsqueda se extendió por las calles de Quito, recorriendo La Carolina y cada rincón. Finalmente, cerca de las 06:00, el joven llegó a casa caminando. Estaba desorientado, sucio, vomitado y orinado. No recordaba nada después de salir de la discoteca, solo un breve momento de lucidez en la avenida República de El Salvador, donde residía su hermana.
El celular y la billetera de Jorge, con todos sus documentos, fueron encontrados en la discoteca. El personal del local alegó que un cliente los había hallado en el baño. Sin embargo, esa versión no convence al padre del joven.
MEDIDAS ADICIONALES
A pesar de los esfuerzos por mejorar la seguridad, la zona no está exenta de riesgos. Yuskary Díaz, administradora de un bar, afirma que la inseguridad se ha incrementado. “Hemos tenido que implementar medidas adicionales para proteger a nuestros empleados y clientes”, menciona.
Felipe García, socio de otro bar de la zona, explica que han creado un chat comunitario entre vecinos y propietarios de los bares. Cuentan con personal de seguridad propio, iluminación adicional en las calles y trabajan con una cooperativa de taxis para garantizar la seguridad de los usuarios.
Además, se han organizado con la Policía para incrementar los operativos en los días de mayor afluencia.