Dominguero

EL PLAN I N ESPERADO

otro beso en el Javier la calma con cuello. Eso la ‘ mata’. Pero en lugar de callarla, la excita más.

- Por Ángel Amador angel77ama­dor@ gmail. com

Llega como todas las noches: agotada de trabajar y con ganas de dormir. Abre la puerta y al dar el primer paso siente algo ex traño. Es un sobre. No tiene remitente, ni sello, ni dirección. “Qué raro”, piensa Sara. Lo abre. Hay dos entradas al cine para una función que empieza a las 21: 00, es decir en dos horas. Más demora en pensar quién es el autor de tal romántico detalle que en escuchar un pito desesperad­o desde su v entana con vista a la calle. La abre y ve a uno de sus compañeros de trabajo , Ja vier, quien hace algunos meses empezó a cortejarla. Su rostro enrojece, ala vez que una gran sonrisa aparece. No tarda en bajar las escaleras, subir al auto y enrumbarse al cine. Un trancón vehicular los detiene a menos de 10 minutos de llegar. Pasa el tiempo. Los temas de conversaci­ón son cada vez más escasos. Un silencio incómodo es la oportunida­d de Javier. Coloca su mano en la pierna de Sara y la desliza al interior de su falda. Ella no lo detiene. Es más, la introduce. El tráfico fluye. Avanzan de a poco sin que la mano de Javier deje de acariciar la pierna de Sara. Llegan al centro comercial. Buscan un parqueo lo más apartado. Ya no importa la película. A empujones pasan al asiento trasero. Sara sube su falsa mientas Ja vier afloja la correa de su pantalón. Coloca su cuerpo sobre el de ella. El carr o baila al ritmo de la pasión. Primero lent o luego más y más rápido . El calor se siente; tant o, que empañan las ventanas. Ahora sí nadie los puede v er, pero sí escuchar. Sara es de las que gritan y muy fuer te. Javier tiene a ratos que colocar su mano en la boca de ella o acallarla c on un beso. Uno que otro carro pasa frente al parqueo más r ecóndito de t odos. A él no le preocupa, en cambio ella no puede esconder su incertidum­bre de que alguien los pille. Intenta ver por la v entana. Ja vier la calma con otro beso en el cuello. Eso la ‘ mata’. Pero en lugar de callarla, la excita más. Javier solo sigue y sigue. En ese moment o lo que menos importa es si los ven o no. Grito tras grito. Cada vez más sonoros que se cuelan por las ventanas del auto. El último llega a oídos de unas cuantas personas , que no le dan importanci­a. Ambos caen exhaust os. Respiran por unos minutos. No pueden cr eer lo que hicieron. No estaba en los planes. Bueno... eso no se planea, piensan ambos. Javier mira su r eloj. Son las 20: 30. “Aún alcanzamos la película”, dice Javier.

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