Dominguero

AMOR FESTIVO

Las inquietas manos de ella recorren el cuerpo de él. Su espalda, su pecho y abdomen.

- Por Ángel Amador angel77ama­dor@ gmail. com

No es el lugar donde quisieran estar, pero es en el que deben estar. Niños corren de un lado a otro... gritos, juegos, música y caramelos. Seguro reconocen la escena: sí, es una fiesta para niños. Si no tienen hijos no deberían estar ahí, pero ahí están. Armando y Carla cruzan miradas mientras observan jugar a sus sobrinos. Cada uno acompaña a sus respectivo­s hermanos, ya que sus esposas están trabajando y lidiar con los niños de ahora es un trabajo a tiempo completo. Pero en un lugar cerrado con muchos juegos y más niños, la tarea se reduce a verlos de lejos. Ambos no dejan de verse de reojo. Armando entiende las miradas, sabe de eso, y no pierde tiempo. Camina hacia ella y le pregunta su nombre. Todo el resto de preguntas obvias seguro ya las saben. Lo importante es cómo llegaron a estar desnudos en la bodega mientras cantaban el ‘ Feliz cumpleaños’. Bueno... Armando, como ya les dije, sabe de eso y tiene buena labia. No demora más de una hora en convencerl­a para ir a la parte de atrás y besarla. No ve venir el beso pero lo disfruta. Él, antes, observa la puerta que está detrás de ellos y, sin dejar de besarla, camina hacia ella. ¿ Cómo supo que estaba abierta? Seguro es algo de suerte. Cajas por todos lados llenas de globos, guirnaldas, manteles, algunas mesas y muchas sillas. Armando, sin dejar de besarla, abre los ojos y va hacia la primera mesa que ve... claro, antes coloca el seguro de la puerta. Les dije: él sabe de esto. Introduce sus manos por debajo del vestido de Carla y la levanta totalmente. Ella también lo ayuda, primero con la camiseta y después con el pantalón. Las inquietas manos de ella recorren el cuerpo de él. Su espalda, su pecho y abdomen. Armando prefiere hacerlo con su boca. Desde los labios, pasando por el cuello, el pecho y más abajo. Carla entra en una especie de éxtasis. Su corazón se acelera más y más. Lanza su cabeza hacia atrás mientras acaricia su propio cabello y pechos. Está a punto de gritar cuando otro grito de “¡ Feliz cumpleaños!” se cuela por debajo de la puerta de la bodega. Ellos solo siguen. No piensan en sus hermanos ni en sus sobrinos. Ni siquiera si los están buscando. La mesa resiste el peso de los dos y también el vaivén de sus cuerpos. Ella lo mira fijamente a los ojos mientras las gruesas manos de él recorren su espalda hasta su largo cabello y bajan lentamente. Carla sujeta el pecho de Armando. Lo aprisiona como intentando sacarle el corazón. Van más y más rápido. La mesa rechina y parece que cederá en cualquier momento. No pueden detenerse. “Sigue, sigue, no pares”, dice Carla, mientras gime descontrol­adamente. Otro grito de ella y seguro la mesa cederá. Cuando un ¡ boom! alarma a todos en la fiesta. “No pasa nada, es un globo”, se escucha que dice una voz desconocid­a entre la gente. Carla y Armando reaparecen junto a sus sobrinos como si nada. Vuelven a verse de reojo. Él camina de nuevo hacia ella, esta vez para darle su número telefónico. Ella lo rechaza. “Estoy casada”, le dice. Levanta su mano para mostrarle un reluciente anillo. Ella también sabe muy bien lo que hace.

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