Dominguero

EL ÚLTIMO GRITO

Las manos traviesas vuelven a sus andanzas. Ahora tiene el campo libre. Desde el cuello hasta las piernas.

- Por Ángel Amador angelmador­77@ gmail. com

La noche es perfecta para muchas cosas. Ellos prefieren ir lento y sentarse en las escaleras a conversar. Carlos y Fernanda, mientras toman sus manos, piensan en lo mismo y lo saben: los dos desnudos en la cama de los padres de él. Pero ninguno quiere dar ese paso. No les importa. Están bien tomados de la mano y con uno que otro beso... por ahora. Solo basta que las caricias sobrepasen el límite de la blusa o el pantalón para dar el tan ansiado paso. Y así fue. Carlos no resiste e introduce sus inquietos dedos por debajo de la blusa de Fernanda. Ella no hace nada mientras la mano acaricia y sujeta con fuerza todo lo que puede. Escalón por escalón. Tropezando cada paso. Sus labios no querían despegarse uno del otro. Las prendas dejan un rastro que llega al cuarto principal. Casi desnudos, como lo imaginaron, reposaron sus cuerpos sobre la cama donde los padres de él duermen cada noche. Las manos traviesas vuelven a sus andanzas. Ahora tiene el campo libre. Desde el cuello hasta las piernas. Los besos, esos que vuelven loca a Fernanda, uno tras otro en el cuello, el pecho, el abdomen y más abajo. Ella solo cierra los ojos. Sus latidos son cada vez más rápidos. Sus gemidos la delatan. También son más fuertes. Viajan por el pasillo, bajan las escaleras y llegan a la puerta principal. No lo pueden evitar. Carlos vuelve a llevar sus labios hacia los de ella. Los junta de nuevo así como sus lenguas. La cama soporta una noche más de aquellas. El crujir de la madera es más y más sonoro. Ya no pueden parar. No importa si los vecinos los escuchan. Es lo de menos. Ahora solo quieren satisfacer el uno a otro. Sus alientos chocan en sus caras. Rozan sus cuerpos empapados en sudor. Ya no aguantan más... cuando la puerta se abre y ahí está. Es ella. La hermana mayor de él. Ninguno lo puede creer. Solo atinan a seguir sin parar y decir una sola palabra. Ella solo cierra la puerta. Siguieron sin importarle­s nada. Los gritos de Fernanda son más y más fuertes. Parece que lo hace a propósito como si la hermana de su novio, la que los acaba de ver, fue la amante de su ex. Asimismo fue. Un dulce momento para ella que lo sella con un último grito.

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