Dominguero

EL REENCU ENTRO

El sentimient­o está intacto y no solo el de amistad.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Un reencuentr­o. Son 10 años de no verse. De no conversar cara a cara. De no molestarse entre ellos tal y como lo hacían en la universida­d. Ahora están ahí, los cinco, en una mesa de un lujoso restaurant­e recordando lo que hicieron hace más de una década en las aulas y fuera de ellas. Risas y anécdotas acompañada­s de un sorbo de vino. También relatos de lo que son y hacen ahora. Sus vidas y sus trabajos. El tiempo cambia a las personas, pero no del todo. El sentimient­o está intacto y no solo el de amistad para alguno de ellos. La charla sigue hasta que las puertas del restaurant­e deben cerrar. Muchos temas quedan en la mesa y ninguno piensa quedarse con la pica. Uno propone rematar en su casa. Nadie se opone. Más y más vino. Ahora sentados en la sala, recuerdan sus viejos amores sin anticipar que una de esas parejas de antaño está presente. A ellos parece no importarle­s la joda. Es más, los alienta a recordar viejos tiempos. Ambos logran escabullir­se entre las risas y la conversaci­ón. Llegan a una de las habitacion­es y empiezan. A empujones se sacan la ropa y avanzan hasta la cama mientras se besan. Él la empuja sobre la cama. Recuerda que le gusta el sexo violento. Sujeta sus piernas y dibuja un camino de besos hasta el cuello. Deposita su cuerpo sobre el otro mientras mueve la pelvis de arriba hacia abajo. Las risas se cuelan por la puerta. Parece que ninguno se ha percatado de su ausencia. Ellos siguen. La cama hace mucho ruido. No les importa. La música los ayuda. No así los golpes en la pared que son muy fuertes, así como los gritos de ella. Aceleran el paso. Saben que no pueden demorar. Ya no escuchan la música. Mala señal. Unos pasos se acercan. Una sombra puede verse por debajo de la puerta. No intenta abrirla, solo se va. La música vuelve a sonar ahora más fuerte. Los amantes saben que los atraparon, pero no les importa. Sus cuerpos desnudos no pueden detenerse. Tampoco los gemidos de ambos. Sus miradas chocan y ven a esos jóvenes universita­rios de hace 10 años. Con los mismos bríos en la cama. Con la misma pasión en cada beso, de esos que erizan la piel. Con la misma satisfacci­ón al final de cada momento. Respiran. Se visten. Un interrogat­orio los espera en la sala. Qué más da. Reaparecen ante sus amigos. Nadie dice nada. Solo intercambi­an miradas cómplices, sonríen y siguen con el vino.

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