Dominguero

UNIDOS POR LA TRAGEDIA

Un giro lo pone a él sobre ella. Ahora son sus labios los que dibujan un camino sobre la piel de la muchacha.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Caminan de un lado para otro en el pasillo de un hospital. Esperan ansiosos esa buena noticia que les dé un poco de calma. Son dos desconocid­os unidos en la preocupaci­ón sobre la salud de un amigo en común. Escuchan unos pasos a lo lejos. Es el doctor. “Todo está bien, pero hay que esperar”, responde el médico ante los rostros ansiosos de los familiares y conocidos. Es un poco de alivio para esos pies ansiosos que no dejan de caminar de un lado para el otro. Ahora están sentados juntos. No conocen el nombre del otro, pero saben que están ahí por el mismo motivo. Él se aventura a hablarle. Luego una pregunta tras otra los lleva de la angustia a la risa. Coincide que viven cerca, por lo que él ofrece llevarla hasta su casa. La amena conversaci­ón continúa en el carro. Ella no para de reír y él de hablar. Tal fue la conexión entre ambos que ella lo invita a pasar a su casa y continuar conversand­o. En realidad, lo que menos hacen es hablar. Ni bien cruzan el umbral de la puerta y ella se lanza al cuello del muchacho que logra sostenerla en el aire. La carga y la lleva directo a la sala. Caen sobre el sofá. Las prendas vuelan sobre sus cabezas y caen regadas en el piso. Del beso del cuello pasan a la boca. Uno de esos largos y apasionado­s. Los labios de ella bajan lentamente por el pecho, el abdomen y más abajo. El muchacho solo cierra los ojos y siente un cosquilleo que recorre todo su cuerpo. Un giro lo pone a él sobre ella. Ahora son sus labios los que dibujan un camino sobre la piel de la muchacha. Siente el mismo cosquilleo que eriza cada poro. Su respiració­n es rápida y agitada. Los latidos van al mismo ritmo y aumentando cada vez que siente los labios de ese hombre tocar su piel. No puede evitar gritar cuando regresa al cuello. Un beso la calma por poco tiempo. Lo siente. Ahora sus cuerpos son uno. El vaivén del sofá es a su ritmo, de un lado a otro. Va más y más rápido. No puede evitar gritar muy fuerte para luego gemir muy despacio. Van al piso. Ahora ella está sobre él. Retoman el ritmo. Ver sus senos que van de un lado a otro lo emociona. Va más rápido. La muchacha inhala muy fuerte y pega un último grito para luego caer rendida sobre el piso. Silencio. Solo ven al techo por unos minutos sin decir absolutame­nte nada. Ella está por romper la quietud cuando suena su celular. Es un mensaje. Son noticias de su amigo hospitaliz­ado: salió de terapia intensiva. Ambos vuelven a respirar y a sumirse en un incómodo silencio hasta que él pregunta: “¿ otra?”. Ella responde: “ok”.

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