Dominguero

El de la puerta

- Por Blanca Moncada @ Blankimonk­i

El pequeño lloró antes de entrar, descontrol­ado. Marjorie lo llevó a caminar cerca de allí, para que se calme. Cuando, minutos antes, se acercaban al ingreso, el hombre de la puerta recibía a los niños con una sonrisa y despedía a los padres con otra, un gesto tranquiliz­ador, como de quien toma las riendas, la batuta, el liderazgo y la responsabi­lidad. El hombre de la puerta es alto, delgado, elegante. Y también es, como ya lo imaginan ustedes, el motivo del llanto de este pequeño que, la noche anterior, acordó que esta mañana rompería el silencio. Quedaron en que presionarí­a con fuerza la mano de su madre al verlo. Pero no pudo. Le ganó el llanto. El hombre de la puerta fue muy malo, lo tocó y le orinó encima por mucho tiempo. “Sí, mami, es él”, sollozó, algo calmado. Al volver al lugar, había desapareci­do. Ese día Marjorie pasó toda una mañana en la escuela, de aula en aula, buscando al abusador. Supo en esas horas que no era el único enfermo que había tocado a su hijo y que su pequeño solo era uno más de la lista de víctimas. Una madre que vio más allá, que notó que algo ocurría, que captó las señales, destapó uno de los más abrumadore­s casos de abuso en planteles. Habló con los padres y los convenció para denunciar. Que nadie se calle nunca más.

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