Dominguero

MENSAJES CALIENTES

Deja todo lo que está haciendo para responder. Mira la pantalla. No le quita los ojos.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Suena su celular. Es él. El que le escribe casi todas las noches a la misma hora. Ve su foto de perfil, la típica que te tomas frente al espejo del baño o del gimnasio para mostrar lo marcado del cuerpo. Eso la ‘ mata’. Deja todo lo que esté haciendo para responder. Mira la pantalla. No le quita los ojos. Está pendiente de si se va el mensaje, si lo lee y cuánto tiempo demora en responder. Pasan las preguntas de cajón sobre cómo está y qué tal su día, qué hizo o qué comió. Todo eso es solo el preámbulo de algo que tanto ella como él saben que se viene. No entiendo por qué hacen el mismo ritual todos los días si saben que acabará en lo mismo. Uno tiene que romper el hielo. Siempre es él y no tiene ningún reparo en hacerlo. Si escribió primero es por algo, ¿ no? Le envía una de esas fotos que tanto le gus- tan a ella, muy ligeras de ropa. Eso solo para empezar. Ella no tarda en quitarse sus prendas cuando de nuevo... Ting ting. Es otra foto, esta vez desnudo. No deja de observarla. Le hace zoom como esperando que aquel joven con el que ha pasado tantos momentos iguales salga de una vez de la pantalla y la abrace. Pero eso no se puede. Ella le correspond­e el gesto con una imagen similar. La toma de tal manera que re- salte sus enormes pechos. No sé por qué hace esfuerzo en destacarlo­s si de por sí ya son grandes... muy grandes. Pero cada loco con su tema. Una tras otra. Más y más fotos llenan las memorias de sus teléfonos, hasta que llega el primer vídeo. Es de él mientras acaricia su cuerpo. No lo esperaba y eso la excita demasiado, tanto que se anima a enviarle uno. No sabe cómo sostener la cámara del celular para destacar sus senos. Bueno, lue- go de algunos intentos lo logra. Una hora de intercambi­o de fotos, vídeos y mensajes muy sexuales y explícitos terminó con los dos exhaustos y muy acalorados. También con un frío “chao” como en las otras ocasiones. Al cerrar la conversaci­ón ambos regresan a la realidad. Él, a los brazos de una mujer con la que lleva casado más de 10 años. Y ella, a guardar en una carpeta cada foto y vídeo para recordar esos momentos.

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