LA RONDA NOCTURNA
Lo que intentó por meses con insinuaciones y gestos sutiles lo consigue en solo unos cuantos segundos.
Termina su ronda. Cierra la puerta y vuelve a un cuarto lleno de pantallas de pared a pared. De nuevo solo, en la misma habitación y haciendo lo mismo de todos los días. Ahora solo tiene que estar vigilante y esperar que nada extraño suceda... pero sucede. La puerta suena. Toc toc. Es un ligero toque que siente como un estruendo en sus oídos, tomando en cuenta que nunca en sus 10 años como vigilante de esa empresa había experimentado una situación similar. Mira la pantalla que enfoca la entrada al cuarto y ve a una compañera que lo saluda. Vuelve a respirar y camina hacia la puerta mientras piensa cómo no pudo verla entrar. Gira la perilla y casi inmediatamente siente un empujón que lo sienta en el piso. Lo siguiente que ve es a ella caminando mientras se quita la blusa. No le da chan- ce a reaccionar cuando siente el pantalón de ella golpear su rostro. Logra quitárselo solo para ver un par de enormes senos justo frente a sus ojos. Ya cayó. Lo que intentó por meses con insinuaciones y gestos sutiles lo consigue en solo unos cuantos segundos. Ahora le toca a él. La gorra vuela, al igual que el chaleco y la camisa que revela un marcado torso y abdomen. Sigue con el cinturón y luego el pantalón. El duro y frío piso los empuja a una silla, el único objeto en el lugar que les brinda algo de comodidad para saciar sus ganas de placer. Ella recoge las esposas del cinturón y lo esposa a la silla, mientras toma su lugar sentándose sobre sus piernas. Inmóvil de una mano, no desaprovecha la otra para acariciar la espalda y el largo y terso cabello de la joven. Sus cuerpos ahora son uno. Se mueven al mismo ritmo, al compás de sus gemidos y gritos. Él no puede despegar los ojos de los enormes senos que bailan de un lado a otro. Solo los descuida para intentar regresar a su labor de vigilante observando por breves segundos las pantallas de vigilancia. Es inútil. Está tan a gusto que dudó bastante que pusiera un alto a todo si viera algo extraño en alguno de los monitores. Sabe que prefiere esto. No lo puede negar. Ella también. Por algo fue hasta allá. La silla rechina. Parece que en cualquier momento cede al peso del placer. Los gritos son cada vez más fuertes; y los movimientos, más bruscos. Ella no deja de mover su pelvis tan violentamente. El rechinar es más y más fuerte. Un grito más y ‘ boom’. La silla se parte. Abre los ojos y se ve acostado en el piso sobre los restos de la silla, su ropa cubriendo su cuerpo y solo. Intenta ubicarse entre el golpe en la cabeza y lo que pasó cuando suena la alarma de su celular. Es el aviso para la ronda de medianoche. Mientras se viste piensa en ella y en lo que habrá pasado. Camina hasta la entrada principal. Está abierta. Ve a su alrededor y ve todo desordenado. Corre hasta la caja fuerte. También abierta. Regresa rápidamente a revisar las grabaciones. No hay nada. Sus piernas tiemblan. Busca donde sentarse, solo ve la silla destruida en el piso y piensa: “fue ella”.