Dominguero

14 LA GRIPE

Abre la puerta y ahi esta ella. Acostada en la cama y totalmente desnuda.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Coge las llaves y corre. Enciende el carro y lo maneja al estilo de ‘ Rápidos y Furiosos’... bueno, no tanto así. Lo que sí puedo justificar es la urgencia con la que salió de su casa. Llega a una farmacia. Por suerte no hay nadie. Compra lo que le recetó el doctor por teléfono, minutos antes de emprender la carrera. Vuelve al volante y en cuestión de unos minutos regresa a la casa. Sube rápidament­e las escaleras como que si el asunto es de vida o muerte. De hecho es un simple resfriado, pero este esposo y padre primerizo cuida a su esposa y al bebé en camino como si fueran un par de muñecos de porcelana. Abre la puerta y ahí está ella. Acostada en la cama y totalmente desnuda.

- “Así no estaba cuando me fui”, piensa el joven.

Ella acaricia su vientre y todo su cuerpo intentando seducir a su esposo que, por esa obseción por el cuidado, descuidó esa parte importante del matrimonio: el sexo. No hace falta que les diga que lo del resfriado es toda una mentira. Es el pretexto para preparar el camino para lo que viene. Un camino de prendas desde la puerta hasta la cama. No sabe cómo colocarse. Obviamente no será encima de ella. Es la oportunida­d para que la mujer, por primera vez, tome el mando de la situación. Y así lo hace. Él, acostado. Ella, sentada sobre él con cada pierna a los costados. Mueve la cadera de tal forma como si desconocie­ra que está a pocas se- manas de ir al hospital. A ese ritmo se mueven sus senos que roban la atención de su esposo. Los acaricia. Sube la mirada para cruzarse con la de su esposa que observa fijamente. Esboza una leve sonrisa cuando pega un grito: “¡ aaaaaaah!”. Él instintiva­mente sujeta el vientre. Está por preguntarl­e qué le pasa cuando ve que su rostro dibuja otra sonrisa, esta vez más amplia y con una mordida de labio inferior. Eso es placer. Sin duda. Y es que sintió algo en su entrepiern­a que no había sentido hace mucho tiempo. Va más y más rápido. La mujer no deja de mover su cadera. El joven esposo no puede despegar los ojos de su esposa. Nunca la había visto así tan encendida. Quiere cambiar de posición. Recuerda al bebé. Mejor sigue. No vaya a apagar la pasión. La mujer acaricia su cabello y su pecho. Luego lleva las manos hasta el cuerpo de su esposo. Hace lo mismo. Este la sujeta de la cintura. Parece que va a caer desmayada en cualquier momento. Vuelve a gritar. Esta vez más fuerte y cae rendida. Uno junto al otro. Intentan recobrar el aliento. Ella sujeta su vientre y siente una patada. Lleva la mano de él para que lo sienta. Guardan silencio por un minuto y de repente estornuda. Ambos se miran. Esta vez es gripe de verdad.

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