Dominguero

Cuerpeo vago

- Por Blanca Moncada @ Blankimonk­i

El vodka estuvo heavy, diría al día siguiente ella, acostada en su cama, desnuda. Y, a unos centímetro­s, el muchacho, sudoroso, porque ya casi era mediodía. Parecía una lagartija muerta. Tuvo muchas expectativ­as de esta noche de sexo furioso. Era la primera vez que alguien se portaba como un caballero. Nadie antes le preguntó, por ejemplo, si había llegado bien a casa. Buscó sus labios y le impregnó un beso. “Hola”. Él respondió con un bostezo que podría haber incendiado la casa si algún impertinen­te prendía un fósforo. El vodka es un potente combustibl­e de pasiones. La vio. Allí estaba ella, cubierta con la sábana que destendió en la madrugada, tan ligera de cargas, tan soñadora. Durante la noche hubo manoseo fuerte. Ahora esto. Otra más. “¿ Cómo mismo quedamos?”, propuso ella, con la esperanza prendida en su corazón. Él guardó silencio. Así empiezan las tragedias griegas. “Tú eres dato y todo...”. Esa primera oración la deshizo. “Eres dato y todo...”. “Eres dato...”, reventaba como eco en su conciencia. Sudaba frío. “No podemos, no puedo hacerte esto”, soltó después de vagos argumentos. Se vistió y se fue. Era mentira la idea que se había construido. No era él el más caballero, sí, quizás, el más labioso. Le escribe de repente cuando quiere dormir al calor de sus pechos acolchonad­os. Ella lo deja. Las diversas formas de amar que ha conocido le dan la venia. Es eso o la soledad.

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