Dominguero

MUY MOJADOS

- Por Ángel Amador angelamado­r77@gmail.com

Se lanza sobre ella directo a la boca. Continúa con el cuello, por el pecho y más.

Su cabello destila agua. La curvatura de su pecho se devela a través de su fina blusa. No le importa. Está entre amigos y con ellos todo se vale. Más aún cuando la mezcla de alcohol, comida y unos días de feriado crea ese ambiente en el que todo o casi todo es permitido. En un momento de arrebato, la joven se arma de un globo lleno de agua, de esos de colores con los que se juega en carnaval, para atacar a sus despistado­s amigos que conversan muy amenamente al pie de la piscina. Le cae en el pecho de uno de los muchachos cuando estaba por beber un trago de su cerveza. Todos lo miran y voltean a verla. Él sonríe. No deja de observarla. Seguirla. Cazarla con un globo en la mano hasta que logra devolverle el gesto... pero en la cara. La muchacha lleva sus manos al rostro como gesto de dolor. El joven, algo preocupado, la lleva al baño para limpiarla. Ella suelta una carcajada que desubica al muchacho. Él está algo confundido por su reacción, le suelta un beso que es correspond­ido por la joven. Cerrojo a la puerta. Fuera blusa. Fuera traje de baño. Corre la cortina de la ducha y la lleva a la tina. Se lanza so- bre ella directo a la boca. Continúa con el cuello, con el pecho y más. Ella solo cierra los ojos y disfruta del inesperado momento. Alguien toca a la puerta. No les importa. Ni siquiera que los pillen. Recuerden que están entre amigos y con ellos todo se vale. La incómoda posición y lo duro de la tina los obliga a pararse. Ella coloca sus manos contra la pared mientras el muchacho sujeta su cintura y besa su cuello. Acaricia su delicado cabello. Recorre lentamente con caricias y besos su espalda. Suspira. Grita. No pueden parar. Vuelven a tocar la puerta. “¡ Estamos ocupados!”, grita el joven. Ella sonríe. Siente que viene... otro beso. Sentir la respiració­n del joven detrás de su oído la excita mucho. Ya no resiste. Su corazón parece que está por salirse de su pecho. Parece que está por desfallece­r. Sus piernas tambalean. Él la sostiene en sus brazos. Ya falta poco. No puede parar. Sigue. Un último grito. Un último suspiro y ya. Caen exhausto sobre la tina. Toman algo de aire mientras intentan palpar su ropa en el piso. El olor a carne asada se cuela por debajo de la puerta. Les abre el apetito. Salen del baño. Regresan a la fiesta. Cada uno con sus amigos y con un globo en mano, por si acaso la revancha.

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