Dominguero

CON UNA COPA DE VINO

El deseo se funde con la bebida que le sirve de inspiració­n para entregarse a la pasión.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Saca una copa. Luego otra. Abre una botella de vino blanco. Ya puede saborearlo solo con ver caer el líquido. Solo sirve una copa; la otra, tiene que esperar. Su esposo está por llegar, como todos los días, pasadas las siete de la noche. Faltan cinco minutos. Va al dormitorio. Deja un rastro con su ropa desde la puerta hasta la entrada al baño. Viste solo con una salida de baño, un poco abierta para no dejar nada a la imaginació­n. Mira el reloj. Falta un minuto. Se recuesta en el sofá. Deja la copa en la mesa de centro y cierra un poco los ojos.

Los abre. La bata está abierta; y su esposo, haciendo que disfrute del momento. Le gusta mucho. Le encanta. Parece que su corazón está por salirse de su pecho en cualquier momento. No puede más. Lo detiene para darle un beso y devolverle el gesto. No sin antes ponerse en igualdad de condicione­s. Las prendas vuelan y atraviesan la habitación. El pantalón sobre el comedor. La camisa sobre la lámpara de la sala. Lo hace disfrutar. Le gusta mucho. Le encanta. Y es solo el comienzo. Coloca su cuerpo sobre el de él. Quiero sentirlo todo. Sus músculos. Su calor. Su sudor. Sus latidos. Todo. También esa barba que raspa con cada beso. Eso le gusta mucho. Van al siguiente paso. La cama los espera.

Uno encima del otro. Se funden en un tierno beso mientras toman posición.

La cama se mueve al ritmo de ambos. El rechinar de las viejas juntas se confunde con los gritos y gemidos de ambos. “Sigue, sigue”, le grita. Acelera el ritmo. La cama parece que caerá al piso en cualquier momento. “No pares, no pares”, le vuelve a gritar. Están listos. Un beso más. Un grito más... y ya.

Caen rendidos. Luego de todo, le sigue un gran silencio. Solo escuchan el respirar de cada uno y cómo sus latidos vuelven a la normalidad. Recuerda: la copa. La que sacó y nunca sirvió esperando a que llegara. La busca. La encuentra bajo la ropa dispersa por todo el lugar. Sirve un poco. Vuelve a saborearla solo con ver caer el líquido. Regresa a la habitación. Ya está dormido. Suspira. No piensa desperdici­ar tan deliciosa bebida.

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