Dominguero

DEL OTRO LADO

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Solo. Más de treinta días sin ver cara a cara a una persona conocida. Sin conversar a través de una pantalla. Sin sentir el roce de unos labios contra otros. Sin sentir el calor de otro cuerpo. Es mucho tiempo para una persona que no aguanta estar solo. Que disfrutaba al salir de su casa a la que solo iba a dormir y por algo de acción. Treinta días es mucho.

Y la rutina no ayuda. Levantarse, bañarse, desayunar, teletrabaj­ar, almorzar, volver a teletrabaj­ar, descansar un poco, merendar, ver televisión, dormir y empezar de nuevo. De repente cambia el almuerzo por pedir algo de comer, por lo menos puede ver al repartidor, saludarlo, en fin, tener algo de contacto humano real.

Un día, para romper la rutina, en lugar de ver TV antes de dormirse descarga una de esas aplicacion­es para encontrar personas. Solo quería conversar con alguien nuevo, sin saber lo que pasaría. Crea su perfil. Sube una foto. Escribe su nombre. Sus gustos. Su signo zodiacal y toda esa informació­n que parece relevante para sostener una conversaci­ón. Y empieza. Revisa los perfiles. Hay algunas personas simpáticas. Otras no tanto. Quiere encontrar a alguien que esté en medio de ambos extremos. No lo suficiente­mente simpática como para no responder, ni tampoco en el otro extremo como para contestar al instante. Desliza su dedo sobre la pantalla. Nadie parece acoplarse a ese estándar. Encuentra una. Le da like. Y espera. Tal como lo predijo: no respondió tan rápido, ni tampoco lo dejó esperando mucho. Hacen ‘ match’ y empiezan a conversar. Fue una primera conversaci­ón bastante agradable. Conocerse básicament­e. Sus nombres, edades, profesione­s, gustos, todas esas cosas se cubrieron en la primera conversaci­ón que pasó la medianoche. Despierta. Ve el teléfono. No hay mensaje. desesperad­o. Tampoco Va escribirá. a ducharse. No quiere Vuelve parecer a ver el teléfono y... nada. Desayuna y... nada. Teletrabaj­a y... nada. Cree que ya ha pasado bastante tiempo y le escribe. No hay respuesta. No hasta la noche. Cerca de la misma hora a la que empezaron a conversar

el día anterior recibe un mensaje.

- “Lo siento... fue un día pesado”, dice el mensaje.

Le parece una disculpa sincera que no era necesaria, pero la acepta y vuelven a conversar. Ahora cubren el resto de temas: familia, amigos, conocidos, exparejas y más. Ambos solteros. Solos en sus casas. Y con la misma sensación de ansiedad por salir del encierro. Muchas cosas en común salen a flote. Como la intención de iniciar una relación formal una vez termine el aislamient­o. Llega la medianoche y se despiden. Él se queda pensando un momento mientras observa el techo. La idea ronda su cabeza. No lo niega. Pero solo es el segundo día. Lo toma con calma y va a dormir.

Este día no será el primero en escribir. En cada etapa de su ya marcada rutina revisa el teléfono para ver si hay un mensaje... y nada. Da de nuevo el primer paso. No es hasta la noche que recibe la respuesta. Otra disculpa, ahora sí la considera necesaria. No quiere entrar en un conflicto así que prefiere p callarse. La idea sigue en su cabeza y lo primero que quiere re saber s antes de seguir es si la persona pe con la que conversa es re realmente quien dice ser. Él hizo su tarea. Revisó otras o redes sociales y no encontró c nada. Verificó si existía tí su lugar de trabajo, y nada. da Ni una página web. Pues bueno, bue ese es el tema de este tercer día de conversaci­ón. No fue fácil llevar el diálogo sin que se sienta que estaba indagando o desconfian­do. Así que se lanzó y le pidió que se tomara una foto y se la envíe. Una pausa... una muy larga que lo hace dudar. Casi es medianoche. Le va a responder cuando llega la foto. No es. No pide explicació­n, ni una disculpa. Cierra la cuenta. Desinstala la aplicación. Y se va a dormir. Mañana lo espera su rutina.

Hay algunas personas simpáticas. Otras no tanto. Quiere encontrar a alguien que esté en medio de ambos extremos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador