Dominguero

SU LARGO CABELLO NEGRO

Llega a su departamen­to. Aún tiene la imagen en su mente. Entra a ducharse cuando recibe un mensaje. Es ella.

- Por Ángel Amador angelamado­r77@ gmail. com

Salir de casa ahora es un privilegio. No solo por el virus, sino por la delincuenc­ia que parece busca ponerse al día luego de tres meses de encierro. Pero bueno, es hora de disfrutar de ese privilegio. Amanece. Toma una ducha. Se forra hasta los oídos solo para ir a comprar unas cuantas cosas a la tienda que está a dos cuadras.

Abre la puerta al mismo tiempo que su vecina. Igual de forrada que él, la reconoce por su largo cabello negro. Están por tener su primera ‘ aventura’ fuera de casa justo al mismo destino. Van juntos. Él va por unas poquitas cosas, mientras que ella por una lista enorme. Le cayó bien la compañía, ya que tuvo quien la ayuda con las fundas. De regreso en casa. Exhaustos. La acompaña hasta su departamen­to con todas sus fundas. Sin darse cuenta ya está dentro. Sin desinfecta­rse ni nada. Deja los paquetes en la cocina y presto a salir rápido cuando voltea y la ve a lo lejos en su cuarto. Sin nada. Mientras sujeta su largo cabello negro. Tropieza con una de las fundas al intentar salir. La joven lo alcanza a ver. Se esfuma sin que pueda darle las gracias. Llega a su departamen­to. Aún tiene la imagen en su mente. Entra a ducharse cuando recibe un mensaje. Es ella. Agradecién­dole por la compañía y la ayuda. Tienen una larga conversaci­ón hasta casi la medianoche. Duermen con los teléfonos en sus manos. Al día siguiente vuelven a encontrars­e en la entrada de sus casas. Todos forrados y listos para salir. Ahora solo a caminar. A continuar con la plática, pero en persona. Lo cierto es que caminaron tanto que el tiempo pasó rápido. Los rayos del sol eran tan fuertes que terminaron solo con la mascarilla. Las gafas, el visor, los guantes, de todo se fueron despojando.

De nuevo en el edificio. Subieron las escaleras sin parar de reír y hablar. Ambos se preguntaro­n: cómo nunca habían conversado antes. Siempre se veían cada mañana antes de salir. Tuvo que pasar todo esto para que pudieran hablar y conocerse. La deja en la puerta de su departamen­to. Voltea y es como ver en cámara lenta cómo ondea su largo cabello negro. Y se viene a su mente aquella imagen accidental de ella desnuda. Cierra la puerta. No llega a su puerta cuando recibe un mensaje. Es ella. Me manda un beso con un emoticón. ¿ Regresa o no? Disfruta el momento y todo a su tiempo.

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