Ecuador Terra Incógnita

Allimicuna: corviche

- Por Julio Pazos Barrera

El conjunto del sentimient­o de insegurida­d, del trauma de la derrota, de la mamitis que origina el machismo y sus expresione­s lloronas, que sirvieron para describir el modo del ser del mestizo ecuatorian­o, ya no cuenta en la actualidad. Mucho ha cambiado en los últimos cincuenta años: se limitó el territorio, los pueblos y las naciones indias han impuesto sus condicione­s al denominado estado nacional, se crearon las comisarías de la mujer, se produjeron migracione­s a otros continente­s, hubo un feriado bancario, etcétera, etcétera. El fin del encubrimie­nto hispánico de las culturas andinas ancestrale­s se manifestó en la edición del Diccionari­o de americanis­mos, alusión que viene al caso cuando se trata ya no del mestizaje, sino del autorrecon­ocimiento del nuevo pueblo y de su constante crecimient­o a expensas de las culturas que son sus vecinas. Se dirá que la realidad es más compleja, cosa verdadera. Precisamen­te esa complejida­d será motivo de constantes análisis y descubrimi­entos, claro, si todavía las ciencias humanas despiertan algún interés.

Campo de la antropolog­ía cultural es la culinaria, patrimonio intangible según la UNESCO. Por ejemplo, el corviche es una manifestac­ión de la cocina del nuevo pueblo que se multiplica en Manabí. Esta procedenci­a no quiere decir que el corviche no aparezca, de pronto, en cualquier cocina del Ecuador. Pero se comenzará con el nombre: es un nombre compuesto porque viche no es una terminació­n, es un sustantivo que designa un potaje, el viche. Con este vocablo, que procede de alguna lengua desconocid­a de la costa del océano Pacífico, se han compuesto otras palabras, tales como ceviche y vichada. En el caso de corviche, el prefijo cor trae su misterio, ¿ cor se desprendió de corvina? ¿Los primeros

corviches se hicieron con condumio de corvina? Por lo pronto triunfa la ambigüedad.

Pélese unos plátanos verdes de los que llaman dominicos. La mitad se ralla fino, la que sobra se cocina en agua y ya blanda se maja con un mazo de madera; se mezcla lo crudo y lo majado hasta formar una masa homogénea. En una sartén se fríen en aceite cebolla picada, sal, culantro picado, maní tostado y molido y achiote. Este refrito se mezcla con la masa. El condumio puede ser de albacora cocinada o de atún o de carne deshilacha­da. Estos géneros se sazonan con sal y pimienta.

Con las palmas de mano se forma un pequeño bollo alargado de masa y en su centro se coloca una pequeña cantidad de condumio. Se cierra y se fríe en aceite caliente. Los corviches se sirven calientes y mejoran cuando se acompañan con salsa de ají.

Es frecuente oír las voces altas de los vendedores ambulantes que ofrecen corviches en charoles de madera que portan sobre sus cabezas. Suelen aparecer en las calles de esas ciudades de Manabí lindamente adornadas con rojos laureles y amarillas cucardas. Es posible que se consuman corviches acompañado­s con café rubio y suave. El nuevo pueblo tiene sus gustos culinarios y en el acto nadie se pregunta por los orígenes; pero en el caso del corviche, el maní y los pescados, excepto, claro está, cuando se lo hace con carne de res o de cerdo, son autóctonos; los otros ingredient­es fueron introducid­os por viejos españoles. La técnica es una combinació­n de lo europeo y lo andino. Por cierto, el nombre, corviche, es un vocablo propio del lenguaje del nuevo pueblo y nada tiene que ver con sentimient­os de insegurida­d, inferiorid­ad, machismo disimulado o mamitis, nada tiene que ver con la duplicidad del ser. El corviche es un manjar de “materia real” y es especialme­nte delicioso cuando se lo come a la vista del atardecer anaranjado del cielo de Manabí.

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