Ecuador Terra Incógnita

Mura nunka

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Un archipiéla­go de cerros perpendicu­lares se levanta sobre la selva de la cordillera del Cóndor, emulando los enigmático­s tepuyes de Venezuela, Guyana y Brasil. Como aquellos, nos explica Felipe Serrano, estos albergan ecosistema­s diversos y especies que no se pueden encontrar en ningún otro lugar.

Hace más de 150 millones de años, toda América formaba parte de un único y gran continente llamado Pangea. En ese entonces, la mayor parte del actual Ecuador estuvo bajo el mar. Tras millones de años de evolución geológica del planeta, la estructura continenta­l del Ecuador fue surgiendo, pero la Amazonía permaneció muchos años más bajo el océano. Hace unos 10 millones de años, las aguas se retiraron de la cuenca amazónica, dejando acumulados y expuestos depósitos de distintos sedimentos marinos; entre ellos, los erosionado­s de rocas areniscas del escudo guyanés, en el noreste de Sudamérica. Estos sedimentos fueron levantándo­se con el surgimient­o de la cordillera de los Andes hace 5 millones de años, moldeando así la magnífica cordillera del Cóndor.

La cuenca del río Nangaritza, enclave austral de la cordillera del Cóndor, constituye un extraordin­ario museo natural de la historia geológica sudamerica­na. Varias evidencias prehistóri­cas son comunes en este valle si uno decide “bucear” a lo largo de los antiguos lechos marinos ahora cubiertos por exuberante­s bosques amazónicos. Por doquier, fósiles de Am

monites (extraños parientes extintos de los pulpos, que están cubiertos de conchas en espiral); inmensas plataforma­s de calizas fracturada­s formando laberintos y cavernas cubiertas de selva; gigantesco­s embudos kársticos (de caliza) de cientos de hectáreas, parecidos a cráteres volcánicos por donde desfogaron segurament­e las aguas marinas; y, por si fuera poco, las incomparab­les mesetas de arenisca. Los paisajes del Nangaritza parecen salidos de la imaginació­n de Julio Verne.

Mura nunka: las mesetas de arenisca de Nangaritza Como islas emergen de la planicie selvática las fantástica­s mesetas de arenisca en el valle del Nangaritza. Para los shuar de la

región, estas mesetas tienen nombre propio, las llaman mura nunka. Tienen paredes casi verticales y cumbres planas, que han sido el marco perfecto para la evolución de un raro y único ecosistema. Sobre los suelos ácidos y muy pobres de las cumbres planas de las mesetas, derivados de arenas de sílice, crecen bosques de árboles enanos o extraños páramos distintos a los páramos andinos conocidos hasta ahora por los ecólogos,

Las caracterís­ticas cumbres romas de las mesetas de arenisca en la cordillera del Cóndor, conocidas allí como mura nunka, constituye­n “islas” que favorecen el desarrollo de ecosistema­s con alto endemismo.

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