¿Minería a gran escala en Quito?
No es un intento de alarmar a la ciudadanía; tampoco es una ficción. Sucede que a espaldas de la urbe, en las laderas subtropicales del noroccidente de Pichincha, existen bloques de concesión para exploración minera (y eventual explotación en un futuro cercano). Al parecer, en el subsuelo de los sectores de Ingapi y Urcutambo, en las parroquias rurales de Pacto y Gualea, existe oro en cantidades que ambiciona la empresa nacional minera (ENAMI). El agua y la biodiversidad del Quito rural se ven amenazados por los intereses mineros.
En los últimos meses, varias veces han procurado ingresar a la zona técnicos de la citada empresa pública, pero se han topado con un impedimento: gran parte de la población se resiste a la explotación minera por temor a la contaminación, pérdida de biodiversidad, deterioro de suelos, impactos sociales y detrimento de sus actividades productivas. El cultivo de caña de azúcar y la ganadería de leche están entre las prácticas más comunes en la región, junto con la producción de panela orgánica de exportación y café también orgánico.
Una coalición de varios colectivos que tienen relación con el noroccidente de Pichincha recién han lanzado la campaña “Un Pacto por la vida” para mostrar a los habitantes de la ciudad lo que sucede muy cerca nuestro y que, por tanto, nos atañe tanto como a los campesinos que se verán directamente afectados. En los alrededores de Pacto y Gualea hay considerables parches de bosque nublado donde residen osos de anteojos, pumas, tigrillos y gran cantidad de aves, reptiles y anfibios endémicos de la ecorregión del Chocó; donde corren ríos cristalinos y donde la gente busca modos sostenibles de subsistencia y autodeterminación.
Nos invitan a hacer un pacto por una ciudad diversa, amable y unida, libre de minería y contaminación.
Destacamos dos películas por su temática socioambiental: la primera es Comuna Engabao, de Libertad Gills. Este documental enlaza la vida cotidiana de una de las últimas comunidades indígenas pesqueras del país –Engabao, en Playas– con su historia y su futuro. A través de las narraciones de sus protagonistas se devela el trasfondo de resistencia de la vida comunitaria ante el asedio de las presiones inmobiliarias que existen sobre la línea costera. (Esta cuestión –la de una comunidad enfrentada a los poderes económicos– se repite en otra cinta, La clara y oscura, sobre el conflicto entre Salango y la fábrica de harina de pescado Polar).
La segunda película que recomendamos es Secretos del Yasuní, de Carlos Andrés Vera. Esta colección indispensable de entrevistas examina la decisión de explotar el Yasuní ITT y los argumentos esgrimidos por el informe del ministerio de Justicia en el que se basó la asamblea nacional para autorizarla. Los entrevistados exponen sus razones con franqueza y desde su propia experticia o experiencia: Miguel Ángel Cabodevilla, exvicario del Aguarico; José Proaño, antropólogo que ha trabajado en el Yasuní; Alicia Cahuia, dirigente huao de la comunidad de Ñoneno; Mikel Berraondo, abogado especializado en derechos humanos de pueblos indígenas vinculado a Naciones Unidas; Eduardo Gudynas, uruguayo estudioso de la relación entre ambiente y desarrollo; Patricia Gualinga, dirigente de Sarayacu; y Eduardo Pichilingue, el primer director del plan de medidas cautelares para los pueblos aislados. Además de contribuir a nuestro entendimiento de un debate complejo, actual e importante, este es un documento que perdurará como testimonio de uno de los episodios más amañados en la historia del país.
Más información sobre sedes, programación y contenidos, así como trailers de las películas, puedes encontrarlos en www.festivaledoc.org