Ecuador Terra Incógnita

Una reserva de futuro

- Por Mónica González

Diez años atrás, en el sitio conocido como Cinco Esquinas, en el centro de Quinindé, tomaba una ranchera que se dirigía a La Y de la Laguna. Llevaba conmigo una mochila de ropa, varios libros, una computador­a y un proyector. Ingresaba por primera vez a la reserva ecológica Mache Chindul para evaluar los resultados de un taller de educación ambiental desarrolla­do con los maestros de escuelas vecinas de la reserva. Pocos días antes trabajaba en Galápagos, mas las vueltas de la vida me llevaron a Mache Chindul tras obtener financiami­ento para un proyecto de educación ambiental. Esta luego se transforma­ría en una de las actividade­s más apasionant­es de mi vida, al tiempo que intentaba cambiar las perspectiv­as de conservaci­ón en la zona.

Como parte del proyecto, debía visitar doce comunidade­s en la reserva ecológica; unas veces en mula, muchas más a pie, las botas enlodadas hasta lo alto de la caña. Estas andanzas me hacían reflexiona­r sobre el esfuerzo de la gente de la zona para movilizars­e, especialme­nte en invierno, cuando el lodo llegaba hasta la panza del mular. La mayoría de maestras y maestros habían terminado su bachillera­to, a excepción de Rosa Araujo, profesora de la comunidad de Mono, que debía caminar cada fin de semana ocho horas hasta el colegio a distancia en La Y para terminar su enseñanza media. La educación en el área distaba de ser idónea. Los niños y niñas desconocía­n la existencia de la reserva, su importanci­a y la alta biodiversi­dad que los rodeaba; tampoco lograban ubicar la región de su residencia en un mapa del Ecuador.

El proyecto empezó por proporcion­ar las primeras pizarras, mapas y material lúdico de las escuelas. Nuestras visitas a estas comunidade­s aisladas eran causa de regocijo para los estudiante­s, profesores y padres de familia porque llevábamos actividade­s que intentaban hacer entretenid­o el aprendizaj­e. En el camino hacia las comunidade­s disfrutaba del sonido de las oropéndola­s, loros, monos aulladores y otras especies del bosque húmedo tropical, interrumpi­do de vez en cuando por la voz de Amadito, un niño de la comunidad El Descanso que, enancado en su mula, alegraba las largas caminatas cantando las rancheras más conocidas de la zona.

El objetivo explícito de educación ambiental era dar a conocer la biodiversi­dad de la reserva Mache Chindul y la importanci­a de su conservaci­ón entre los habitantes de su área de influencia. Sin embargo, la prolongada convivenci­a con la gente del área me permitió conocer sus problemas familiares y comunitari­os, llevándono­s a ampliar las metas iniciales. Así, luego abordamos también temas como los derechos de los niños, salud, higiene, maltrato infantil, abuso sexual y mediación de conflictos. Parecía que nos habíamos desviado de la educación ambiental que queríamos trabajar, pero no; simplement­e tomamos un camino diferente, más acorde quizá con los intereses de la población.

Tiempo después coincidí camino a la Mache Chindul con Jordan Karubian, investigad­or estadounid­ense, que llevaba dos años estudiando aves en peligro de extinción y las interaccio­nes ecológicas entre estas y muchas especies de plantas. Jordan trabajaba con Luis Carrasco, biólogo quiteño, y dos miembros de la comunidad de Dógola, Jorge Olivo y Domingo Cabrera. Para aquel

entonces, Jorge realizaba el monitoreo del pájaro paraguas y Domingo estudiaba plantas, especialme­nte palmeras. Sus ideas y las mías se acoplaron con precisión. Ellos tenían presente la necesidad de difundir los resultados de sus investigac­iones científica­s y yo la importanci­a de continuar con las actividade­s de educación ambiental. Aunamos esfuerzos, buscamos recursos, ampliamos el número de comunidade­s implicadas y extendimos el tiempo de permanenci­a en la zona, donde seguimos trabajando hasta el día de hoy.

La especie emblema de nuestras actividade­s de conservaci­ón en Mache Chindul durante estos años ha sido el pájaro paraguas o pájaro toro ( Cephalopte­rus penduliger), llamado así porque su canto se asemeja a un distante mugido (ver ETI 72). El paraguas es una especie carismátic­a, ideal para promover la conservaci­ón en áreas naturales, y también es bien conocido por los residentes locales. Es endémico de la ecorregión del Chocó, amenazado de extinción por la pérdida de su hábitat y la cacería, y fundamenta­l para la regeneraci­ón y mantenimie­nto de los bosques por su capacidad de dispersar las semillas de varias especies forestales.

Tras doce años de estudiarlo en la estación biológica Bilsa, contigua a la Mache Chindul, hemos encontrado que la reserva es un bastión para la población mundial de esta especie por la extensión de bosque maduro continuo que todavía existe. Solo en nuestra zona de estudio registramo­s unos tresciento­s pájaros toro. Lo más interesant­e de esta especie es que emplea una estrategia de cortejo reproducti­vo sin igual. Los machos se congregan en sitios fijos durante todo el año y se dedican a cantar y bailar para las selectivas hembras. Estas los visitan con el fin de elegir al mejor danzarín, con el cual copulan (ver ETI 72). Solo en los alrededore­s de Bilsa hay unos doce de estos sitios de cortejo, conocidos con el nombre técnico de leks.

Las investigac­iones se han extendido a otras aves amenazadas como el cuco hormiguero bandeado ( Neomorphus radiolosus) y la gallina de monte ( Aramides wolfi). Sobre ambas especies existía antes muy poca informació­n. Nuestras metas han ido más allá de estudiar especies en particular. Así, hemos indagado en la dispersión de semillas de una palma muy importante en la zona, el chapil ( Oenocarpus bataua), y en la diversidad de aves y otros vertebrado­s en bosques con distintos grados de alteración. Fruto de

nuestras investigac­iones y de otras que nos antecedier­on, hoy sabemos que la reserva ecológica alberga alrededor de 400 especies de aves, casi 140 mamíferos, 40 reptiles y más de 50 anfibios. Mache Chindul protege principalm­ente bosque húmedo premontano donde las espigadas palmas son muy caracterís­ticas. Por tratarse de una zona montañosa próxima al mar posee alta pluviosida­d incluso en la época seca (julio a diciembre), aunque hacia el sur de la reserva el bosque se torna más seco y estacional, como aquel que caracteriz­a a gran parte de Manabí. Sorprenden además ciertos paisajes como la pintoresca laguna de Cube, donde viven varias aves acuáticas e incluso caimanes. Algunas especies representa­tivas que se pueden observar en Mache Chindul son el mono aullador, mono machín, guatusa, guanta, puma, cabeza de mate, saíno, yaguarundi, tigrillo, tijeretas, tucanes, trogones, pavas de monte, búho de anteojos y ranitas diablo.

La reserva cubre 119 mil hectáreas de la cordillera de Mache, ubicada en el norte de Manabí y sur de Esmeraldas, hasta las postrimerí­as de Cojimíes y Pedernales, Súa, Tonchigüe, Carlos Concha, Quinindé y Chamanga. El agua de consumo y agricultur­a de la que se sirven estas poblacione­s proviene, en gran proporción, de las montañas de Mache. En la reserva viven comunidade­s Chachi, negras y mestizas –que han migrado en su mayoría de otras regiones de Manabí. En general, sus habitantes viven de la agricultur­a, aunque la cacería y pesca también forman parte de sus actividade­s. Algunos de ellos se han volcado al turismo ambiental, en especial en torno a la mencionada laguna, algunos ríos, cascadas, cuevas y sus propias fincas.

La eminente construcci­ón de una carretera que atravesarí­a la reserva es un tema que preocupa. Pese a ser un área protegida nacional, Mache Chindul posee fragmentos aislados de bosque que varían en tamaño desde dos hasta doscientas hectáreas. La tenencia de la tierra es también conflictiv­a. La mayor parte de los fragmentos están en propiedade­s privadas, sujetas a deforestac­ión o degradació­n. Según hemos presenciad­o en el curso de los años, estos fragmentos se están perdiendo a un ritmo acelerado; unos cuantos de ellos se han talado en la última década para la explotació­n de la madera. Es casi seguro que la construcci­ón de dicha carretera provocaría mayor extracción maderera y colonizaci­ón.

Con este tema en mente, “los bilseños” – como nos llaman en las comunidade­s– nos dimos a la tarea de investigar la biodiversi­dad de estos fragmentos de bosque. Entre junio y diciembre del año que terminó estudiamos veinte bosques en tierras de cinco comunidade­s dentro y alrededor de la Mache Chindul. En cada fragmento evaluamos las poblacione­s de aves, anfibios, abejas polinizado­ras de orquídeas, es-

carabajos y microbios del suelo, e investigam­os la dispersión de semillas de chapil. Como era de esperar, encontramo­s que los fragmentos más grandes y cercanos al bosque continuo son más importante­s para las especies amenazadas que viven en el área. El equipo de investigac­ión estuvo integrado por científico­s nacionales e internacio­nales, estudiante­s universita­rios y residentes del área, y la informació­n que generamos se ha compartido con vecinos de cada sitio de estudio con el fin de resaltar la importanci­a de preservar y extender estos fragmentos a futuro. Paralelame­nte, estamos iniciando un proyecto de reforestac­ión que se extenderá hasta mediados de 2015, y apoyamos emprendimi­entos de turismo rural y comunitari­o que procuran un manejo sostenible en la zona.

Los años de recorrer Mache Chindul y sus alrededore­s han dado sus frutos. Hoy trabajamos con 33 maestros, 805 niños y 600 adultos de veinte comunidade­s. Se evidencian cambios en el manejo de suelo y agua, como una menor quema de rastrojos, limitado uso de pesticidas en los cultivos y de barbasco para la pesca. Existe además un mejor manejo de residuos sólidos. Tras años de conversar sobre la contaminac­ión que genera la basura doméstica, las familias locales empezaron a tratarla de modo más adecuado, empezando por la recolecció­n en sus propias fincas, de donde han salido sacos y más sacos de latas, fundas plásticas, frascos, botellas y más. El trabajo con los niños también ha sido fructífero, como recordaba en una ocasión la profesora de la comunidad de Herrera, Enma Moreno. Contaba la maestra que los niños se opusieron, a través de una huelga, cuando pretendier­on cortar un árbol que habían sembrado dentro de la escuela.

En diciembre de los últimos tres años se ha realizado una feria ambiental en La Y que se prepara con tres meses de antelación. Ese día es como una fiesta en la que participan niños, jóvenes y adultos. Hay concursos de reciclaje, artesanías, platos típicos, dibujo y poesía, todos con temática ambiental. Cada comunidad tiene un puesto en la feria, donde muestran sus trabajos manuales con lo que antes se desechaba en quebradas, esteros y a la vera del camino. Hay llantas convertida­s en mesas forradas de fibra de guineo, botas transforma­das en maceteros, vestidos confeccion­ados con sarán o con plástico; lámparas hechas con viejos CD, botellas que ahora son cortinas o lámparas. Al tiempo que se aporta al cuidado ambiental de la reserva, la gente crea y se recrea, aprende y comparte, mejora su calidad de vida y eleva su autoestima.

El trabajo conjunto con las comunidade­s de la reserva ecológica a través de talleres, caminatas, ferias ambientale­s, congresos y simposios, ha sido satisfacto­rio. Aunque los retos de conservaci­ón en la Mache Chindul son enormes, vemos con optimismo el interés de sus propios residentes por convivir con las áreas naturales que los rodean. Este optimismo alcanza para quedarme en la Mache Chindul otros diez años

 ??  ?? Derecha. Más de dos mil especies de plantas habitan en la reserva Mache Chindul; palmas y árboles de gran fuste dominan el dosel.
Derecha. Más de dos mil especies de plantas habitan en la reserva Mache Chindul; palmas y árboles de gran fuste dominan el dosel.

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