Ecuador Terra Incógnita

De la basura urbana

- Por Nicolás Cuvi

Lo hemos escuchado y quizá también lo hemos dicho: en Quito (y otras ciudades) no sirve de nada clasificar la basura. Al fin y al cabo, pasa un solo camión recolector que no distingue entre plástico, papel, vidrios, cáscaras de plátano, residuos peligrosos o papel de baño. Pensaba así antes de adentrarme en el laberíntic­o sistema de recolecció­n y disposició­n de residuos sólidos de la ciudad. Ahora he cambiado mi modo de pensar: estoy seguro de que clasificar la basura en las casas, comercios y oficinas genera empleo y evita mucha contaminac­ión. Ahora sé que alrededor de la basura hay muchos mitos, como también muchas posibilida­des que ignoramos. En este artículo se narra, entonces, la historia de la caída de varios mitos, como el que asegura que la clasificac­ión de la basura no sirve para nada, que “todo se mezcla en el camión” o que “va a dar al mismo hueco, botadero o relleno sanitario”. U otro más patético: “en nuestra cultura no se puede clasificar los residuos; si esto fuera Europa, sí... Viera cuando viví en Suiza, ahí sí reciclaba, pero aquí no se puede”. O los que se promulgan en niveles técnicos: “es caro” o “no hay tecnología”. Todo falso. Equivocado. La tecnología para reciclar la mayoría de la basura que se genera en Quito –la orgánica– es tan antigua como la vida: el compostaje. Durante mi recorrido por la basura fui descubrien­do estos mitos. Aprendí que en la basura hay más cosas de las que parecen y que hasta cierto punto me había negado a ver.

Empecé por el final, en el relleno sanitario de El Inga, cerca de Píntag, donde se acumula la basura en enormes volúmenes. En ese paisaje contaminad­o (en lo visual, sonoro, sensorial) me recibió y acompañó en todo momento la basura en descomposi­ción. Me sentí dentro de la basura, en la sucia excrecenci­a de nuestra malsana forma de vivir. Alrededor y debajo se pudrían decenas de metros cúbicos de residuos, que emanaban gases tóxicos y

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