Carta del editor
Abrimos esta edición con un singular personaje de nuestra historia. Ana Sevilla nos refiere detalles de la vida del jesuita alemán Teodoro Wolf. Él llegó al Ecuador como parte del contingente de académicos-religiosos que trajo García Moreno a mediados del siglo XIX para su proyecto de modernización cristiana. Wolf encarnó las tensiones propias de su tiempo entre el racionalismo de la Ilustración y los dogmas de la fe. El jesuita impartió las primeras lecciones de evolución darwiniana en Ecuador, que generaron urticarias entre la cúpula clerical. Las limitaciones impuestas por sus superiores a su actividad intelectual lo forzaron a una decisión: la curiosidad venció a los votos y Wolf dejó el sacerdocio en favor de sus investigaciones. Como geólogo del estado, visitó dos veces Galápagos y recorrió todo el Ecuador, producto de lo cual publicó en 1892 su Geografía y geología del Ecuador (ver ETI 73) que revolucionó el conocimiento de nuestro territorio.
En nuestra sección fotográfica, Misha Vallejo nos traslada a la frontera norte, a Puerto Nuevo, un recinto de Sucumbíos donde alrededor de medio millar de colombianos se asentaron luego de ser desplazados por la violencia de sus lugares de origen. A orillas del río fronterizo intentan rehacer sus vidas mientras contemplan con expectativa los esfuerzos por establecer la paz en el lado colombiano. Estamos orgullosos de publicar este trabajo que mereció el premio Mariano Aguilera de este año.
Como postre, Adolfo Borges nos devela muchos de los enigmas que rodean a los alacranes (vocablo venido del árabe – al-aqráb– con el que también se denomina a los escorpiones). La gran mayoría de especies no revisten peligro para la salud humana, y las peligrosas solían habitar lejos de los poblados. Sin embargo, la expansión de estos últimos a cada vez más ecosistemas significa que hoy los humanos y estos escorpiones de vigoroso veneno nos encontremos con más frecuencia. Ponemos, pues, estos contenidos a su distinguida consideración.