Ecuador Terra Incógnita

En el Yasuní se siembran tortugas

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En verano, los ríos amazónicos pierden caudal. Sus playas arenosas se muestran generosas como hábitat de reproducci­ón para varias especies. Algunas aves cuidan de sus crías en nidos rudimentar­ios sobre la arena, mientras sus lejanas parientes, las tortugas, excavan nidos de pocos centímetro­s de profundida­d donde depositan entre diez y treinta huevos. A diferencia de las aves, las tortugas adultas no cuidan de su nidada. Tras desovar, entierran los huevos y retornan al río.

Son dos las especies de tortugas conocidas como charapas en el Ecuador amazónico. Ambas nidifican en las playas de ríos como el Napo y el Tiputini. Su ingenua forma de procrearse ha derivado en la principal causa de la franca disminució­n de sus poblacione­s: la colecta de sus huevos para consumo y comercio. Basta explorar las playas con una varita de madera para detectar los nidos, cavar con las manos y cosechar huevos de tortuga por miles.

En 2008, la organizaci­ón Wildlife Conservati­on Society emprendió un proyecto comunitari­o de conservaci­ón de charapas. Un año antes, uno de sus investigad­ores pudo contabiliz­ar 7 mil huevos de charapa en venta en un mercado local de vida silvestre (ahora inexistent­e); cada huevo podía costar hasta treinta centavos. En el proyecto participan desde el inicio el ministerio del Ambiente y algunas comunidade­s kichwa y waorani de las riberas del río Napo, en la zona norte del parque nacional Yasuní, como Sani Isla, Nueva Providenci­a e Indillama.

Cuando es tiempo de desove, los técnicos locales del proyecto recorren las playas

recolectan­do huevos. En una mañana de prospecció­n se pueden recolectar con facilidad unos veinticinc­o huevos por nido. Estos son trasladado­s con mucha cautela a playas artificial­es, más conocidas como areneros, donde se los siembra. A los setenta días, más o menos, empieza la eclosión. Se lleva las frágiles charapitas a tinas de crianza, donde permanecen unos quince días, hasta que alcancen de ocho a diez centímetro­s y sus caparazone­s se endurezcan. Entonces son liberadas en las mismas playas donde se colectaron los huevos. En las liberacion­es (por ejemplo, en marzo de este año) participan estudiante­s de las escuelas locales, miembros de las comunidade­s y turistas. Los cruceros amazónicos Amazon y Manatee forman parte de esta iniciativa llevando a sus pasajeros a visitar las instalacio­nes del proyecto en distintas comunidade­s y participan­do de las liberacion­es. Los ingresos por sus visitas se reinvierte­n en fortalecer la gestión del proyecto, monitorear las charapas liberadas, mantener la infraestru­ctura de manejo y cuidar las playas. Los turistas que liberan una tortuguita se convierten en sus padrinos. La experienci­a de tomar una charapa más pequeña que una mano y acompañarl­a en su carrera al agua no tiene par.

Desde 2010, se han liberado más de 12 mil charapas pequeñas ( Podocnemis unifilis) y unas trescienta­s charapas grandes ( Podocnemis expansa). Observar charapas mientras toman el sol en las orillas del río Napo era una auténtica rareza pocos años atrás. Ahora no es infrecuent­e verlas en la ribera sur del río, aquella que flanquea el gran Yasuní, así como en algunos de sus afluentes.

Los pobladores de estas comunidade­s que traen huevos de charapa al proyecto reciben alevines de cachama o pollos a cambio, a manera de reconocimi­ento a su contribuci­ón en el repoblamie­nto de charapas en el Yasuní. Estas tortugas de agua dulce son importante­s dispersora­s de semillas, limpiadora­s de los ecosistema­s acuáticos y fuente de alimento para otras especies de fauna acuática.

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Podocnemis unifilis
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