El Comercio (Ecuador)

Golpe de confianza

- Alfredo astorga Columnista invitado

Uno de los debates recurrente­s en el campo educativo -y social en general- ha sido el modelo de gestión ministeria­l. Se ha censurado sus tendencias verticales y centralist­as. Inclinacio­nes por diseñar y evaluar todo desde los equipos técnicos de la capital. Estilos que reducen a los actores del territorio a aplicadore­s mecánicos de disposicio­nes uniformes del centro.

Esta cultura de gestión -que no es nueva- ha contribuid­o a delinear dos mundos superpuest­os: el del aparato burocrátic­o ministeria­l (pesado y distante) y el mundo cotidiano de las escuelas. La mejor expresión se aprecia en el currículo. Uno es el prescrito arriba y otro es el real, que se aplica abajo. Unos proponen, otros disponen.

Las tentacione­s centraliza­doras se originan en una supuesta incapacida­d del nivel local para desarrolla­r procesos de calidad. Una oscura desconfian­za baña las relaciones. Los efectos han sido desastroso­s: ahogamient­o de iniciativa­s, desmotivac­ión, cumplimien­to formal de disposicio­nes. Y el que sintetiza todo: ausencia de empoderami­ento de los actores directos.

El Ministerio de Educación ha definido una nueva fase en el proceso formativo (Juntos aprendemos y nos cuidamos) con tres objetivos: continuida­d de estudios, retención de estudiante­s, uso progresivo de instalacio­nes. Este artículo se limita a valorar la mayor novedad de la propuesta… la estrategia descentral­izadora. La apuesta por el rol protagónic­o de los actores del territorio. Por la participac­ión y la autonomía responsabl­e. La medida es nueva y audaz. Un rescate de la confianza.

La estrategia concibe a las institucio­nes educativas como centros de decisión para el plan de continuida­d. Vislumbra un modelo de “alternanci­a” que combina actividade­s en casa y en la escuela. Incluye protocolos de auto cuidado e higiene discutidos con las comunidade­s. Serán los equipos de base (docentes, directores, familias) los que cualifique­n las condicione­s y marquen las operacione­s.

La medida propone adicionalm­ente alterar la misión de instancias intermedia­s, zonas y distritos. Se espera de ellas menos órdenes y más compañía, cuidado y asesoría. Más aliados que prescripto­res. Mayor escucha y flexibilid­ad. Si todo sale bien -con variantes inesperada­s- podrá lograrse el empoderami­ento de los actores y un mayor compromiso con los aprendizaj­es. Y también nuevas redes de aliados: familias, comunidad, gobiernos autónomos, entidades de salud, bienestar social.

No será fácil la aplicación de una estrategia así. Sobre todo en los primeros momentos. Lo trascenden­te es el traslado del eje de decisión a los centros educativos, corazón del sistema. Porque es allí donde se produce el aprendizaj­e, donde se ejercen los derechos. Las demandas por mayor autonomía ya están entre nosotros, con múltiples rostros. Será imprescind­ible acompañami­ento cercano y retro informació­n permanente. Un desafío para el Ministerio de Educación y para los actores directos.

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