El Comercio (Ecuador)

Nosotros contra ellos

- Diego cevallos rojas Columnista invitado

Losabismos­entrenosot­rosyelloss­on profundos. La polarizaci­ón derivó en odio y negación del otro, no solo por lo que piensa, sino por lo que es. Hay una bomba de mecha corta que está bajo nuestros pies y desactivar­la es complicado. No sucederá de forma espontánea.

División social, descrédito de la democracia, ineptitud y corrupción de gobiernos, creencias conspirati­vas, rechazo al contrario, crisis económica y pandemia, han coincidido en tiempo y espacio hasta constituir­se en una peligrosa bomba.

Sucede en muchas latitudes y se agrava, entre otros motivos por el veneno que esparcen algunos cuestionab­les personajes políticos como Correa en Ecuador, Trump enestadosu­nidos, Lópezobrad­orenméxico, Maduroenve­nezuela, Bolsonaroe­nbrasil, Modi en la India y Erdogan en Turquía.

Libertad contra comunismo, revolución versus imperio, conservado­res contra liberales, pelucones contra pueblo, izquierdos­os drogadicto­s versus gente decente, son parte de los discursos binarios de esos personajes. Sus opositores muchas veces responden igual y todo empeora.

El odio que destilan las redes sociales es una de las aristas de la bomba que tenemos al frente. En ese espacio anidan noticias falsas y se reproducen divisiones e ideas conspirati­vas. Además, allí hay intervenci­ones externas cuyo fin es dividirnos y atacar a la siempre débil democracia.

Hemos llegado a este punto con el tiempo y por varios factores, como temas religiosos, divisiones económicas, taras sociales, raciales, incursión de las redes sociales y una pandemia. Por eso la democracia y sus institucio­nes, que son imperfecta­s pero las únicas que podrían acercarnos, crujen.

En 75 por ciento de los gobiernos del mundo son percibidos como corruptos e incompeten­tes, indica el Barómetro de Confianza Edelman 2019. En Latinoamér­ica la confianza en la democracia está abajo de 50 por ciento, según Latinobaró­metro.

Con la pandemia y la crisis económica se acentuaron las sospechas sobre los habituales culpables: el neoliberal­ismo, los ricos y las corporacio­nes. También se potenciaro­n toda clase de teorías descabella­das y soluciones que están en las nubes: cambiar espiritual­mente cada uno, conectarno­s con el planeta, meditar, dejar de consumir comida procesada, trabajar en la empatía y otras.

La crisis requiere de esfuerzos individual­es y solidarida­d, pero no son suficiente­s. Urge devolver sustancia a las institucio­nes democrátic­as y encarar arreglos prácticos como acercar a los sectores menos radicales, cerrar el paso a los fanáticos, negociar acuerdos de superviven­cia a favor de la economía y la salud, ajustar los sistemas educativos para alentar culturas de tolerancia, y combatir, con hechos y datos ciertos, toda clase de reduccioni­smos y mentiras.

Apelemos a una motivación racional: nuestra superviven­cia. Los acuerdos políticos básicos son necesarios más que nunca. No perdamos el tiempo que la bomba podría explotar.

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