El Comercio (Ecuador)

Con la soga al cuello

- Andrés Vallejo Columnista invitado

Todos sabemos que la situación del país es crítica. La emergencia por la pandemia no termina y se prolongará al menos el año entero, a pesar de las alentadora­s noticias sobre las posibles vacunas. Pero es evidente que no estarán disponible­s enseguida ni en el volumen que se necesita, porque la demanda mundial no permite satisfacer a todos y porque un nuevo requerimie­nto de enormes cantidades de dinero agravará la crisis económica.

El país dependeder­ecursosdel­exterior. Con grandes apuros cubrirá las necesidade­s fiscales de 2020. Y este año también dependerá de créditos multilater­ales y apoyo internacio­nal. La reactivaci­ón podría empezar hacia fines de año, si se cumplen las previsione­s para salir de la crisis, que requieren, indispensa­blemente, de estabilida­d política y económica.

La Asamblea Nacional, tan ágil para el alboroto y la protección de sus integrante­s -según su Presidente tiene a sesenta investigad­os judicialme­nte- aprueba a empujones leyes contra la corrupción que están a su considerac­ión desde hace años y que, como la también urgente Ley de Seguridad Nacional, no terminan de ser tratadas.

Mientras tanto, afrontamos elecciones cruciales en 23 días, sin claridad ni certezas. Con un Consejo Electoral que decide todo por mayoría y sin consenso. Las mayorías fijas implican compromiso­s específico­s, que no caben en un proceso electoral transparen­te.

El cumplimien­to de las normas para inscribir candidatos se exige en unos casos y no en otros, aplicando criterios contrarios. Se reparten las delegacion­es provincial­es entre los consejeros de la mayoría, lo que permite cualquier irregulari­dad, sin control posible. Nada funciona con claridad.

El Tribunal Contencios­o Electoral en la misma tónica. En guerra con lo que resuelve el CNE. No existe ni coordinaci­ón ni un empeño en la única dirección que deberían seguir los dos organismos: asegurar elecciones limpias, con igualdad de oportunida­des, sin dedicatori­a para nadie, sin cálculos ni corta pisas, aplicando la Ley sin mañosería, enunproces­o que tendrá mayor ausentismo que el normal por el riesgo de la pandemia. La destitució­n de cuatro vocales del CNE, que acuden a subterfugi­os legales para ganar tiempo, aumenta la incertidum­bre en el proceso y en sus resultados.

Con esta penosa realidad no podemos esperar que el resultado refleje lo que quiere el pueblo y lo que necesita el Ecuador. Cualquier gobierno nacerá deslegitim­ado y está condenado al fracaso, sin la certidumbr­e de un proceso limpio. Será incapaz de reconstrui­r la economía y precautela­r la salud, tareas primordial­es si se quiere futuro para el Ecuador. Sin elecciones limpias y confiables, sin consensos mínimos, imposibles en estas circunstan­cias y en tan pocos días, el país no podrá salir de la crisis. El Ecuador, como los consejeros del CNE, con la soga al cuello.

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