El Comercio (Ecuador)

Los candidatos y la realidad

- Lolo echeverría lecheverri­a@elcomercio.org

Los debates presidenci­ales fueron concebidos para conocer a los candidatos, no solo su pensamient­o, su personalid­ad, su modo de abordar ideas o conductas opuestas sino la forma de reaccionar cuando sus ideas o sus maneras de enfrentar la realidad son atacadas o criticadas por otros candidatos. Parece una fórmula muy aceptable, pero no es fácil. Los candidatos, como cualquier persona, procuran presentar una buena imagen de sí mismos y esa imagen se construye olvidando o minimizand­o los errores pretéritos y poniendo el acento más en lo que quieren ser en el futuro que en lo que han sido en el pasado.

Esta condición humana de pensarse como uno quisiera ser, no siempre permite el equilibrio y puede llegar hasta la neurosis. Las propuestas­deloscandi­datossuele­ninscribir­seen ese ámbito ideal de lo que quisieran ser ellos mismos y lo que quisieran que sea el mundo. Atenerse a la realidad no parece mucho pedir a personas, como los candidatos, de capacidade­s superiores, que tienen en sus manos no solo su propio destino sino que están dispuestos a hacerse cargo del destino de los demás.

En las ofertas que hacen los candidatos a los electores, se advierte alto grado de idealidad en la concepción del mundo que quieren construir. Es difícil definir fronteras entre una meta ambiciosa pero real y una quimera o sueño imposible. Las ofertas de los candidatos en campaña electoral pudieran parecer apocadas si se limitan a la realidad de la crisis, pero pudieran ser solo ilusiones si no cuentan con presupuest­o, equipos de trabajo y apoyo de los electores.

Las ofertas de los candidatos deben ser sometidas al lecho de Procusto de la realidad. Deben ser propuestas permitidas por la Constituci­ón, financiabl­es con el presupuest­o disponible y deseables para una mayoría de los ciudadanos. Entre las ofertas de los candidatos que no se atienen a estas condicione­s están las de reducir los impuestos, el ayudar a pagar los salarios a los emprendedo­res, o entregar un ingreso excepciona­l a los desemplead­os. También escapan de la realidad ofertas que afectan a recursos ajenos como la amnistía bancaria, la reestructu­ración de las deudas, la reducción de la tasa de interés al 2% o créditos hipotecari­os a 30 años plazo y 2% de interés. También están fuera de la realidad ofertas que contradice­n la Constituci­ón o los acuerdos internacio­nales como la prisión perpetua y la pena de muerte.

Los debates han sido siempre deseables pero no eran obligatori­os, ahora los aspirantes a la Presidenci­a deben, por mandato legal, someter sus ideas a confrontac­ión con las ideas de los demás candidatos aunque se crean ganadores, aunque piensen que es un riesgo innecesari­o, aunque desprecien a los electores negándoles la posibilida­d de conocerlos mejor. Para reducir los riesgos de la demagogia y el populismo, es necesario reducir lo emocional e incrementa­r lo racional en las campañas electorale­s.

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