La campaña de primera vuelta, en fase decisiva
Los comicios del 7 de febrero están a la vuelta de la esquina. En menos de tres semanas los ecuatorianos decidirán su destino. El objetivo es empleo, una economía sana y una moneda fuerte.
La campaña electoral más extraña que el Ecuador recuerde, al menos desde el retorno a los gobiernos civiles, se lleva a cabo en medio de una pandemia, con la gente agobiada por la crisis económica y la falta de trabajo.
Apenas en tres semanas se tendrán resultados donde se juega bastante más que las fichas del tablero de los políticos: el futuro del país, su estabilidad y la viabilidad de proyecciones para las futuras generaciones.
La primera vuelta es clave para definir a los dos contendientes de la recta final. Como nunca antes, 16 binomios presidenciales están en carrera. El exceso de mensajes lega mientras la gente está inmersa en el día a día de conseguir trabajo estable y pan para la mesa y salir de sus aprietos económicos y deudas.
Nos jugamos la estabilidad de la dolarización, la credibilidad para seguir en el sistema de empréstitos con bajas tasas de interés y largos plazos o caer otra vez en manos de países que aprovecharon de nuestra penuria. Nos jugamos que haya un Gobierno creíble que estimule la inversión extranjera y la repatriación de capitales con reglas claras o la ruleta de propuestas extremas que han acabado con la poca cultura democrática en varios países de la región.
Los debates han sido la oportunidad para dejar ideas sobre lo que piensan los candidatos. Los ecuatorianos deben distinguir la propuesta seria y desechar la demagogia barata. El encuentro oficial fue empañado por el cambio a última hora de uno de los moderadores, desoyendo los consejos de una comisión ciudadana que señaló las reglas de dicho debate.
Además de elegir a los finalistas se estará nombrando a los legisladores, llamados a salvar el prestigio de la Asamblea y a procurar gobernabilidad para el próximo gobierno.
Todo parece indicar que no habrá una sola fuerza dominante, como ocurrió con una sobre representación desproporcionada, por el método de asignación de escaños.
La capacidad de diálogo y de negociación del próximo presidente será puesta a prueba para hacer mayorías coherentes, conforme a los intereses del país y los retos de la hora.