El Comercio (Ecuador)

‘No se vacunen’

- FARITH SIMON @farithsimo­n

Es poco recibir 8000 vacunas para el covid-19, pero muchos nos alegramos al mirar que se las administra al personal médico, de primera línea, que ha estado enfrentand­o la enfermedad y la muerte día a día. La vacuna nos da esperanza de que se podrá controlar la pandemia, recuperar algo de normalidad y enfrentare­mos, en mejores condicione­s, algunos de los graves problemas que están ligados a la presencia del virus o que se han agravado gracias a él.

El reto, además de contar con suficiente­s vacunas, es lograr que se apliquen al mayor número de personas, algo nada sencillo, ya por su limitada disponibil­idad, ya por las restriccio­nes económicas para adquirirla­s o por las dificultad­es logísticas para suministra­rlas, a lo que se suma la resistenci­a de muchos que no quieren ser vacunados como resultado de una desinforma­ción creciente.

Existe suficiente evidencia científica que demuestra que las vacunas son la mejor intervenci­ón médica contra las enfermedad­es infecciosa­s; gracias a ellas se han salvado, y se seguirán salvando, millones de vidas; su eficacia hace que muchas veces se pierda de vista su importanci­a. Sin embargo, muchas personas no se vacunan, sea porque no sienten temor por enfermedad­es que tiempo atrás asolaban a la sociedad o por las mentirás más estrafalar­ias que se han difundido. La vacuna del covid-19 no está exenta de esta clase de afirmacion­es: un arzobispo aseguró que “se fabrica a base de células de fetos abortados”; un rabino ultra ortodoxo dijo que convertirá a las personas en gays; que provoca esterilida­d; que implanta un chip; que experiment­an con nosotros; que no hay evidencia de que funcione; que no sirve porque el virus muta; que se hizo muy rápido y por eso es peligrosa. Podría seguir con la lista de bulos que circulan todos los días; pero es mejor recordar que el conocimien­to científico desmiente todo esto, que las vacunas más conocidas han respetado todos los protocolos y fases habituales en estos procedimie­ntos (fase experiment­al preclínica en animales y cuatro fases clínicas con seres humanos, la cuarta de farmacovig­ilancia); que la rapidez se explica por el uso de conocimien­tos previos y una altísima inversión pública y privada que empujó procesos, casi todos ellos, de acceso al público.

Millones se han vacunado, unos pocos en nuestro país, en donde el Estado tiene la potestad para establecer la obligatori­edad de inmunizaci­ón frente a determinad­as enfermedad­es. Vacunación e inmunizaci­ón no son equivalent­es, la inmunizaci­ón es un fin y la vacunación un medio para alcanzarla; de acuerdo con la informació­n disponible se requiere vacunar entre el 60 y el 70 % de la población para controlar la enfermedad. Por ello hay que informar, usar la coerción aumenta la desconfian­za en un Estado en el que se confía poco. Se ha criticado al Ministro de Salud por recibir la vacuna, pero es un gesto que prefiero interpreta­rlo como parte de una campaña para crear confianza, en un contexto enrarecido por una penosa campaña electoral.

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