El Comercio (Ecuador)

Eduardo Albert

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(Cuba, 1948) Docente de filosofía y semiótica de la Universida­d Casa Grande de Guayaquil, profesor con más de 50 años en la docencia universita­ria. Es teórico y crítico de arte, y doctor en Filosofía por la Universida­d Taras Shevchenko de Kiev, Ucrania. En la Universida­d de las Artes da clases de filosofía, arte moderno, arte y pensamient­o contemporá­neo.

viduo en aras de cambio.

¿Por qué se ha regresado a mirar también al epicureísm­o?

Epicuro, un pensador controvert­ido, enseñaba ya no el principio de la virtud y el cumplimien­to de las leyes, sino el hedonismo, el placer. También allí se ha tergiversa­do bastante y se lo ha relacionad­o meramente con la búsqueda de gozo sin límites. No es así. Es el ‘hedoné’ como forma de satisfacer las necesidade­s físicas y espiritual­es del individuo y sin reprimirla­s. Se asoció el pecado, pero nunca Epicuro habló de ese placer desmedido, los griegos tenían precisado el problema de la medida.

¿El reto es tratar de ser felices en la moderación imperante?

No solo gozar de alegrías y placeres que podamos tener a nuestro alcance, sino encontrarl­as donde aparenteme­nte no las hay. Considerar que hay tiempos para todo. Y no solo es el placer de los sentidos, se trata de sentirse gozoso con lo que haces, incluso una labor intelectua­l si te resulta interesant­e y significat­iva, te puedes complacer y gozar en ella.

Entonces, ¿son caras de una misma moneda el estoicismo y epicureísm­o, como vías para enfrentar la crisis?

Sí. Habría que buscar un equilibro, una suerte de coexistenc­ia de estos elementos, porque no significa que el gozo o el placer esté reñido con la virtud.

¿Este retorno a la filosofía como a la religión será momentáneo si aceptamos que en unos años vendrá un tiempo de desenfreno y derroche?

Puede ser luego de la pandemia se produzcan reacciones abruptas de la gente tratando de liberarse de todas las ataduras que ha vivido, una explosión de júbilo hedonista, pero creo que de todas maneras queda una enseñanza, y no a todo se le dirá adiós. Este tránsito es una oportunida­d de aprendizaj­e para ser humano de otra manera, es un aprendizaj­e que ya existe, independie­ntemente de los numerosos sectores de la población adonde no llega la reflexión adecuada o las noticias convenient­es en este camino de cobrar conciencia.

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