El Comercio (Ecuador)

Una vela prendida

- Milagros aguirre maguirre@elcomercio.org

Desde hoy hasta el domingo, encenderán una velita. A ver si la gente acude a las urnas con conciencia, separando el baratillo de ofertas y las prácticas corruptas, de las reales posibilida­des de hacer de este país un mejor lugar para vivir.

Pondrán una velita para que aparezcan los desapareci­dos, porque no hay día que no llegue a las redes sociales un anuncio de alguien que no ha llegado a su casa. Pondrán una velita para que haya justicia, porque las muertes violentas, unas por robo y otras, por encargo, muestran que hay mafias que operan en el país a sus anchas, con total impunidad.

Parece que todos saben lo que ocurre en esos terrenos delincuenc­iales, pero mejor miran para otro lado porque el miedo, ese miedo que paraliza, se ha instalado. Pondrán una velita para que esa ola de violencia no crezca y se multipliqu­e, como ha ocurrido en otros países de este continente herido.

Pondrán otra velita para que llegue pronto la vacuna y para que se distribuya y aplique de manera masiva y solidaria, sin chanchullo­s de por medio. Y otra, para que los chicos vuelvan a las aulas con todas las seguridade­s, porque ya son miles los que se han quedado fuera del sistema escolar. Y porque son miles de jóvenes quienes, estando en clases virtuales, están ya desesperad­os por salir de casa, ver amistades, hacer proyectos y planes y, porqué no, festejar sin que la fiesta sea un delito o una contravenc­ión.

Pondrán una velita para que no nos claven más impuestos, que, tanto que se llenan todos la boca con eso de apoyar a los emprendedo­res y a los emprendimi­entos ya han puesto uno de forma arbitraria, haciendo un catastro de las supuestas microempre­sas (donde han incluido a tiendas, fundacione­s e incluso a personas particular­es) clavándole­s el 2% a la facturació­n, ni siquiera, a la ganancia, fruto de su trabajo.

Pondrán una velita para que gane la defensa del agua frente a la fiebre del oro. Y para que la voracidad por la balsa no acabe con la selva y con las comunidade­s.

Cuando la angustia de quienes esperan que sus seres queridos aparezcan y aparezcan con vida; cuando las madres lloran a las hijas que han sido asesinadas por sus parejas; cuando vemos absortos como los sicarios matan a tiros, en plena luz del día, a sus víctimas; cuando los hospitales están llenos y no se dan abasto; cuando el panorama político se parece a la niebla de una tarde gris que cubre y lo empaña todo; cuando no se ve el futuro ni el camino, no nos queda sino encender una velita… a ver si el ritual de la llama encendida nos devuelve la esperanza de un mejor mundo, más verde, más empático, más solidario. Y nos devuelve el entusiasmo para construirl­o, para sembrar en él y cosechar futuro.

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