El país de la desunión
Es un país precioso, con islas paradisiacas, playas, costas de alfombrada arena, montañas elegantes con penachos níveos de belleza excepcional, humildes riachuelos que crecen mientras descienden para juntarse en orgullosos ríos. La selva es la cortina de un Oriente que abriga a especies animales y vegetales de particularidad. Hermosas ciudades suman una sinfonía de grandiosidad.
Es un lugar de encanto que oculta una triste realidad: entre sus pobladores se han venido infiltrando, desde tiempo atrás, amplios grupos de falsos redentores sociales que, con discursos y acciones aparentemente igualitarias, se han aprovechado de la inocencia y candidez de un pueblo preterido, sumido en la pobreza e ignorancia, para inculcarle la envidia y el odio en contra de sus compatriotas que, con esfuerzo, han alcanzado bienestar. Antes la convivencia era armónica y primaba un espíritu de entendimiento entre todos, hasta que se nos atiborró con sabatinas y mensajes llenos de improperios, repetitivos y discriminatorios.
Este amado terruño debe ser permanentemente enaltecido por un espíritu unitario de todos sus pobladores que, fusionados en armonía, se ciñan al respeto de unos a otros, a las normas y leyes que encuadran un sendero de rectitud, verdad y honradez.
Temerosos de la feroz y todavía misteriosa pandemia, clamamos por una indispensable solidaridad. El virus ataca en forma traicionera a hombres y mujeres, a jóvenes y a adultos, a pobres y ricos. Nos obliga a que, obedientes a las indicaciones de seguridad, nos protejamos unos a otros y hagamos de la gestión comunitaria el arma potente con la cual podamos esquivar la agresividad de esta infección. Juntemos los fragmentos de una sociedad resentida e iniciemos una armónica reconstrucción del país.
Es inadmisible que en este pequeño pero hermoso paraíso subsista la desunión de la sociedad, de las fuerzas armadas, de los gremios, del sacerdocio, de los periodistas, de los profesores, de los trabajadores, de los campesinos y de las familias que se dividieron y soportaron absurdas rivalidades de padres con hijos, hermanos con hermanos, parientes con parientes, amigos conamigos. Felizmente el clima de odio y resentimiento se ha depurado. El país, sometido a un endeudamiento gigantesco y perverso, está sumido en una situación calamitosa de la que saldrá con mucha dificultad únicamente impulsado por el esfuerzo y la perseverancia de los ciudadanos de todos los estratos que centren sus afanes en un fin uniforme de ver resurgir orgullosa y vencedora a la patria
La historia nos pone un desafío trascendental y definitivo: nuestro voto en las urnas concluirá con la elección del primer mandatario. Escogeremos al que más ofrece, aunque sean irrealidades o ilusiones vanas o elegimos al que sabemos que gobernará con sapiencia, con honradez y que superará el discurso separatista. Liberemos a nuestra sagrada ein comparable nación de mentiras, corrupción y vergüenza. Construyamos orgullosos una patria sana, altiva, limpia; la mejor herencia para nuestros hijos y nietos.