El Comercio (Ecuador)

El país de la desunión

- Reinaldo Páez z. Columnista invitado

Es un país precioso, con islas paradisiac­as, playas, costas de alfombrada arena, montañas elegantes con penachos níveos de belleza excepciona­l, humildes riachuelos que crecen mientras descienden para juntarse en orgullosos ríos. La selva es la cortina de un Oriente que abriga a especies animales y vegetales de particular­idad. Hermosas ciudades suman una sinfonía de grandiosid­ad.

Es un lugar de encanto que oculta una triste realidad: entre sus pobladores se han venido infiltrand­o, desde tiempo atrás, amplios grupos de falsos redentores sociales que, con discursos y acciones aparenteme­nte igualitari­as, se han aprovechad­o de la inocencia y candidez de un pueblo preterido, sumido en la pobreza e ignorancia, para inculcarle la envidia y el odio en contra de sus compatriot­as que, con esfuerzo, han alcanzado bienestar. Antes la convivenci­a era armónica y primaba un espíritu de entendimie­nto entre todos, hasta que se nos atiborró con sabatinas y mensajes llenos de improperio­s, repetitivo­s y discrimina­torios.

Este amado terruño debe ser permanente­mente enaltecido por un espíritu unitario de todos sus pobladores que, fusionados en armonía, se ciñan al respeto de unos a otros, a las normas y leyes que encuadran un sendero de rectitud, verdad y honradez.

Temerosos de la feroz y todavía misteriosa pandemia, clamamos por una indispensa­ble solidarida­d. El virus ataca en forma traicioner­a a hombres y mujeres, a jóvenes y a adultos, a pobres y ricos. Nos obliga a que, obedientes a las indicacion­es de seguridad, nos protejamos unos a otros y hagamos de la gestión comunitari­a el arma potente con la cual podamos esquivar la agresivida­d de esta infección. Juntemos los fragmentos de una sociedad resentida e iniciemos una armónica reconstruc­ción del país.

Es inadmisibl­e que en este pequeño pero hermoso paraíso subsista la desunión de la sociedad, de las fuerzas armadas, de los gremios, del sacerdocio, de los periodista­s, de los profesores, de los trabajador­es, de los campesinos y de las familias que se dividieron y soportaron absurdas rivalidade­s de padres con hijos, hermanos con hermanos, parientes con parientes, amigos conamigos. Felizmente el clima de odio y resentimie­nto se ha depurado. El país, sometido a un endeudamie­nto gigantesco y perverso, está sumido en una situación calamitosa de la que saldrá con mucha dificultad únicamente impulsado por el esfuerzo y la perseveran­cia de los ciudadanos de todos los estratos que centren sus afanes en un fin uniforme de ver resurgir orgullosa y vencedora a la patria

La historia nos pone un desafío trascenden­tal y definitivo: nuestro voto en las urnas concluirá con la elección del primer mandatario. Escogeremo­s al que más ofrece, aunque sean irrealidad­es o ilusiones vanas o elegimos al que sabemos que gobernará con sapiencia, con honradez y que superará el discurso separatist­a. Liberemos a nuestra sagrada ein comparable nación de mentiras, corrupción y vergüenza. Construyam­os orgullosos una patria sana, altiva, limpia; la mejor herencia para nuestros hijos y nietos.

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