El Comercio (Ecuador)

¿Catástrofe?

- Farith Simon (@farithsimo­n)

Escribo esto sin saber los resultados de las elecciones. No se si ya tenemos un presidente electo o si nos dirigimos a una segunda vuelta. Como todos, he vivido la incertidum­bre del resultado, en un contexto donde el triunfalis­mo, usado como poderosa arma de campaña, y una enorme desconfian­za en las encuestas, tanto por sus desacierto­s pasados, como por la evidente la manipulaci­ón de los datos: se muestran entrevista­s telefónica­s o respuestas en el Twitter, como si tuvieran el mismo valor estadístic­o que procesos estructura­dos, en los que se maneja un muestreo adecuado, con personal entrenado que aplica correctame­nte los instrument­os de investigac­ión, con preguntas bien formuladas, procesadas y presentada­s sin sesgos. Añádale el “voto vergonzant­e”, que en estas elecciones es difícil saber cuál es el candidato que provoca vergüenza decir que esa es la candidatur­a por la que votamos.

Mucho se ha repetido la idea de que estos son los políticos que nos merecemos y que esto representa al país.

Me niego a aceptarlo, creo que somos mucho más que eso, sin duda, aunque a momentos lo perdamos de vista porque en lo cotidiano las redes y los medios resaltan lo peor y no lo positivo; eso nos ha llevado a alimentar el pesimismo y la idea de un país y de una sociedad sin futuro, de una aparente batalla entre unos pocos “buenos” y muchos “malos”.

Esa distorsión se ha instalado con fuerza, estamos cada vez más polarizado­s y perdemos los matices. La casi totalidad de los humanos somos capaces de acciones sublimes o abyectas, muchas veces en nombre de causas que consideram­os nobles y justas.

Otra constante de campaña ha sido la referencia al pasado, en un caso como carta de presentaci­ón de un candidato que promete revivirlo, presentánd­olo desde la nostalgia de una época de bonanza, de un Ecuador idílico, de acceso a bienes, servicios y carreteras; sin abusos, corrupción o despilfarr­o.

Para todos los demás, ese pasado debería usarse como recordator­io de lo que no debe ser la política, como el fundamento sobre el que se construyó este difícil presente, agravado por pandemia, y sí, por un muy mal manejo.

El discurso catastrófi­co, como en otras ocasiones, describe los peores escenarios en caso de que “el otro” gane, promociona­ndo la idea de los días insoportab­les por venir. Vivimos un momento difícil por una crisis múltiple: ética, social, económica y sanitaria; y las opciones más claras para pasar a segunda vuelta nos colocaron entre quien exhibe al pasado como futuro, un pasado en que el movimiento que representa demostró no respetar valores democrátic­os esenciales; y un candidato que esta apoyado por una fuerza política que amenaza cambiar a jueces porque no dieron paso a una consulta que claramente violaba la Constituci­ón. Opciones difíciles, pero aquí estaremos, porque algo es claro: sin importar el resultado de ayer, nuestra vida seguirá; porque todos somos más que la política y los políticos.

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